LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

El poder de la caricatura política

PARÍS.- Cuando vi las fotografías de musulmanes quemando banderas danesas a lo largo del mundo islámico, y cuando oí las justificaciones de editores europeos con respecto a la razón por la cual era necesario publicar cartones que denigren al profeta Mahoma, tuve un recuerdo súbito de mis días cuando solía ser el editor de las páginas editoriales del The Boston Globe.

Siempre fue el cartón político el que más complicaciones me trajo. Se podía arremeter en los editoriales, pero el poder del cartón político invariablemente opacaba cualquiera que fuera la posición del diario. Con frecuencia, la caricatura suscitaba más reacciones de lectores con problemas para comprender las ironías, los cuales solían indignarse con respecto a cualquier cosa o quienquiera con la que nos hubiéramos divertido políticamente en ese día. Yo solía envidiar a mi contraparte del The New York Times, ya que el diario no publica cartones políticos.

Y cuando se trataba de las posiciones editoriales del periódico, a mí me parecía que los cartones siempre prevalecían por encima de las palabras. Recuerdo que escribí lo que yo pensé que era un editorial considerado y equilibrado con respecto al mantenimiento de relaciones normales con China, pese a su ocasional violación a los derechos humanos, sólo para ver cómo nuestro caricaturista presentaba a dos disidentes chinos colgados de los pulgares en el interior de una celda. Nuestro personal dedicado a las caricaturas era libre de expresar sus opiniones. Yo no tenía ninguna intención de censurarlo. Con todo, sí les dije que por favor no destrozaran nuestros editoriales el mismo día que eran publicados.

Uno de los temas más delicados era la caracterización del Papa. Los católicos romanos y apostólicos a menudo se molestaban mucho cuando un cartón presentaba a Su Santidad bajo una luz negativa. No era tanto el punto político. Era la imagen. El arte del cartón es la exageración en busca del efecto, pero nosotros tratamos de no trazar al Papa de una manera ofensiva.

Una vez, el mismo arzobispo de Boston, Cardenal Bernard F. Law, hizo declaraciones en público en las que se pronunció por una disculpa debido a una caricatura que mostraba a dos irlandeses, uno perteneciente al Ejército Republicano Irlandés, el ERI, y el otro conservador, bebiendo en una taberna de Irlanda del Norte, esencialmente coincidiendo en lo relativo a la necesidad de la violencia. Su eminencia sintió que ese cartón era un insulto para los irlandeses en cualquier lugar. Él no estaba solo.

Así que en realidad no me tomó por sorpresa que una diversidad de caricaturas políticas, publicadas por un periódico danés en septiembre pasado, ocasionara ira en el mundo islámico, donde eso no se hace para mostrar la imagen de Mahoma, ni siquiera bajo una luz positiva.

Sin embargo, la magnitud de la conmoción sí me tomó por sorpresa. Incluso nuestro hombre en Afganistán, el siempre moderado Hamid Karzai, fue citado cuando dijo: "Cualquier insulto al santo profeta, sea la paz con él, es un insulto para más de mil millones de musulmanes y nunca se debe permitir que un acto de esa naturaleza se repita".

Uno no pudo sino percatarse, al tiempo que las banderas danesas estaban siendo pisoteadas y quemadas a lo largo del mundo islámico, que la bandera de Dinamarca, al igual que todas las banderas escandinavas, incluye de manera prominente la cruz de la cristiandad. Acaso estamos presenciando un choque de civilizaciones, ¿todo debido a un cartón político? Cuando menos la fatwa (edicto religioso de los musulmanes) sobre Salman Rushdie tenía que ver con todo un libro.

Por supuesto, la libertad de expresión es importante para los ideales occidentales. En Estados Unidos, está protegida por la Constitución, pero en la mayoría de los países europeos está protegida por la costumbre y la tradición. Serge Flaubert, el director editorial del diario francés Soir, habló por muchos en Europa cuando dijo: "¡Ya basta de lecciones de estos intolerantes reaccionarios! Solamente porque el Corán prohíbe imágenes de Mahoma, no significa que las personas que no son musulmanas deban someterse a eso!".

Sin embargo, a mí me parece que la publicación original de las caricaturas, en septiembre, por parte del mayor periódico de Dinamarca, Jyllands-Posten, pudiera no haber sido repetida con tanto gusto por otros diarios a lo largo de Europa. Seguro, era su derecho a hacerlo como una prensa libre, ¿pero era necesario hacerlo de forma tan agresiva sólo para clavárselo en el ojo al islamismo?

Por supuesto, el mundo musulmán está exagerando su reacción, pero las tensiones entre musulmanes y Occidente rara vez han sido mayores, y la reacción desmedida fue uno de los resultados de la fuerte percepción que existe a lo largo del mundo musulmán en cuanto a que el Islam está bajo sitio, incluidos muchos musulmanes en Europa. Los musulmanes son susceptibles a la falta de respeto por parte de Occidente.

Hay muchas poses en ambas partes, y también mucho teatro político. Sin embargo, la definición clásica de los límites de la libre expresión solía ser: "no grites fuego" en un teatro atestado. Cuando la paz del siglo 21 depende de algún tipo de acomodo entre Oriente y Occidente, la libertad de expresión no requiere que nosotros juguemos tan descuidadamente con cerrillos.

The New York Times News Service


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