Nikita Jruschov lo tenía claro cuando se descalzó en la ONU en 1960 y golpeó su escaño con un mocasín para protestar. Desde el pasado domingo, con el ataque del periodista iraquí Muntazer al Zaidi contra Bush, el zapato se ha convertido definitivamente en un arma de protesta, desesperada, pero en este caso exitosa. Como la piedra para el hombre primitivo, el calzado representa el instrumento bélico más a mano en un escenario cerrado, como una rueda de prensa, un parlamento o una cumbre internacional.
Sin la carga negativa de desprecio que atesora en el mundo islámico, en la cultura visual de Occidente el zapato significa la huella de la persona, lo que en semiótica se definiría como la presencia de la ausencia, apunta Fernando de Felipe, profesor de comunicación en la Universitat Ramon Llull. De Felipe pronostica que el zapato se pondrá de moda como símbolo que sirve por sí mismo como pancarta o proyectil.
Da la impresión de que las televisiones están a la espera de dónde y contra quién se tirará el próximo. Según esta hipótesis, el calzado puede funcionar como ícono de futuras revueltas en un tiempo convulso, de crisis económica y protestas juveniles, como las de Grecia o las de España contra el plan de Bolonia.
La otra posibilidad consiste en que se impongan las normas de urbanidad y que el incidente del zapato no sea más que un producto de la comida rápida informativa que engulle la audiencia a la espera de nuevos elementos de impacto. Se trataría de un proceso similar al que ocurrió con el incidente del rey Juan Carlos con Hugo Chávez en la cumbre iberoamericana de Santiago de Chile en 2007. La omnipresencia del por qué no te callas de los primeros días declinó con el tiempo, aunque la célebre frase quedó incorporada al acervo popular.
El politólogo Fernando Vallespín, ex director del Centro de Investigaciones Sociológicas, cree que el incidente del periodista iraquí se olvidará en cuatro días. Igual me equivoco terriblemente, pero creo que es algo pasajero. Vallespín considera que el lanzamiento del zapato cuenta con el gran valor de sintetizar en una sola imagen todo el hartazgo de la sociedad iraquí ante la ocupación norteamericana. Sin embargo, no cree que pueda crear una moda.
La importancia futura de Muntazer al Zaidi contra Bush está por definir. Sí está claro su papel como una acción de guerrilla mediática contra el emperador mundial, quien, para completar la coreografía, esquivó con gran elegancia los peculiares proyectiles.
A diferencia de otras utilizaciones del zapato, el caso del iraquí supone un gesto de resistencia, con una carga mucho mayor. De ahí que en el mundo árabe se considere un héroe al periodista, afirma el historiador Xusto Beramendi, premio nacional de Ensayo 2008 del Ministerio de Cultura.
