La respuesta a esa pregunta es simple y categórica: no. No es posible reconocer a la llamada Asamblea Nacional Constituyente.
En primer lugar: nadie puede obviar u omitir que la Asamblea Nacional Constituyente es un capítulo de una cadena de abusos, violaciones a la Constitución Nacional vigente y, lo más grave de todo, de violento despojo de uno de nuestros derechos fundamentales, que es el derecho al voto. A la sociedad venezolana se le impidió realizar el referéndum revocatorio por el que se luchó durante meses. Se utilizaron las más extremas e ilegales tretas, varias de ellas provenientes del CNE y del TSJ, para impedir que la opinión de millones de venezolanos se expresara sobre la permanencia del régimen. Desde entonces, que nadie lo olvide, sobre las personas que tomaron parte activa en ese despojo están pendientes juicios por sus acciones.
En segundo lugar: para convocar a esa Asamblea Nacional Constituyente se violó la Constitución de forma radical. Se desconoció el procedimiento establecido -que no deja lugar a dudas-, y se le reemplazó por un procedimiento de elección, también ilegal. Por un procedimiento fuera de la ley, delincuencial.
La Asamblea Nacional Constituyente no puede ser reconocida, porque no existe, tal como han señalado de forma unánime los más reconocidos expertos en derecho constitucional de Venezuela. No hay lugar a dudas: no se puede reconocer lo que no existe. No se puede reconocer lo que es fraudulento e ilegítimo.
Todo lo anterior son argumentos más que suficientes, poderosos e inequívocos, para que, en ninguna circunstancia, la Asamblea Nacional Constituyente pudiera ser reconocida. Pero todavía hay más. Todavía me falta repetir aquí, el que es el más determinante factor en contra de ese posible reconocimiento, que ahora mismo preocupa a los demócratas: me refiero a la expresión en votos, de casi 8 millones de venezolanos, durante la excepcional jornada del domingo 16 de julio de 2017, uno de los hitos más brillantes y admirables de la lucha de los demócratas en contra del régimen dictatorial.
No olvidemos el contenido de la pregunta 1, ni tampoco la respuesta que dimos. Cuando se nos preguntó, “¿Rechaza y desconoce la realización de una Constituyente propuesta por Nicolás Maduro sin la aprobación previa del pueblo venezolano?”, casi 8 millones de ciudadanos expresamos nuestro rechazo y desconocimiento. Que se lea bien: rechazo y desconocimiento. Nadie que se diga un demócrata, tiene la autoridad o la legitimidad para desconocer o dar la espalda a esta rotunda e inequívoca posición, que sí es legítima, que sí es el resultado de una consulta realizada en el marco de la Constitución vigente.
Pero hay más: no olvidemos que esa Asamblea Nacional Constituyente, erigida sobre la destrucción de los derechos constitucionales de los venezolanos, ha sido desconocida y denunciada por Gobiernos y Parlamentos de varios países; por organismos multilaterales; por las más importantes instituciones venezolanas como la Iglesia católica, las academias, las universidades autónomas, los gremios empresariales y profesionales, las organizaciones no gubernamentales, los partidos políticos, los dirigentes estudiantiles de todo el país, y los millones de personas que participaron en protestas en contra del golpe de Estado que esa Asamblea Nacional Constituyente representa.
Por lo tanto, reconocer la ilegal, ilegítima y fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente no es una elección. No es posible. No es una alternativa. Hacerlo significaría, ni más ni menos, que asociarse con un ente ilegal, ilegítimo y fraudulento. Si alguna persona, desafiando la tajante opinión de los demócratas venezolanos; dejando atrás la abierta e indignante violación a nuestros derechos ciudadanos; olvidando las muertes y las terribles violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen -los asesinatos y las prácticas de tortura-; pateando el sentido común y el compromiso con los fundamentos de la lucha de millones y millones de personas, tomase la iniciativa de reconocer la Asamblea Nacional Constituyente bajo el subterfugio que sea, se acogerá al mismo destino del régimen: tarde o temprano se derrumbará con el mismo, por ilegítimo, ilegal y fraudulento.
El autor es presidente y director del diario ‘El Nacional de Caracas’
