La culpabilidad de Michael Morales en el asesinato de Ferry Winchell hace 25 años en un pequeño pueblo de El Valle de San Joaquín en California nunca estuvo en duda.
Pero las circunstancias específicas de su caso han vuelto a agitar el debate sobre la pena de muerte en California y colocado al gobernador Arnold Schwarzenegger, en posición para decidir si le perdona o le conmuta la pena de muerte por cadena perpetua a un asesino convicto.
Las posibles atenuantes en el caso de Morales son muchas. La principal sería la insólita confesión del juez que condenó a Morales admitiendo que su sentencia se basó en el testimonio de un recluso que posteriormente resultó falso. Enfrentado a su conciencia, ahora el juez pide clemencia al gobernador.
Que Morales pudiera ser el primer latino ejecutado desde 1977, añade otro nivel al planteamiento posibilitando el argumento de la discriminación ancestral contra las minorías.
Según afirman los abogados que hoy han tomado la defensa de Morales, la etnicidad de Morales podría haber sido un factor decisivo en su condena.
En su alegato pidiendo clemencia al gobernador, Kenneth Starr, el abogado conservador que hizo fama como implacable fiscal especial contra el presidente Bill Clinton en el caso de Mónica Lewinsky, le señala que en el mismo lugar y en el mismo período de tiempo en el que hubo seis horrendos asesinatos, entre ellos uno en el que mataron a palos a un joven de raza negra, la fiscalía sólo pidió la pena de muerte en el caso de Morales.
En su carta pidiendo clemencia a Schwarzenegger, el propio Morales admite su participación en el asesinato de una joven de 17 años aduciendo que lo hizo por "lealtad familiar" a su primo. Le pide, sin embargo, indulgencia porque sabe que el gobernador es un hombre compasivo que cree en el arrepentimiento y en la redención.
El arrepentimiento de Morales no es reciente, data desde el juicio. Desafortunadamente, el fiscal del caso optó por la línea dura y valiéndose del testimonio de un recluso convenció al juez y al jurado no sólo de que el arrepentimiento de Morales no era verídico sino que el crimen había sido premeditado.
Bruce Samuelson testificó ante la corte que él había escuchado a Morales jactarse cínicamente con un compañero de celda de la violación y el asesinato de la víctima, y describir la forma en la que él y su primo habían planeado el crimen.
Una vez establecida la premeditación el camino quedaba allanado para que el juez Charles McGrath dictara la sentencia de muerte. Con su testimonio, Samuelson logró una drástica reducción de los cargos contra él y por ende de su sentencia.
El problema, según el propio juez, es que el soplón testificó que Morales y su compañero de celda conversaron en español y cuando el juez dictó su sentencia él no sabía que Morales, californiano de cuarta generación, no hablaba español.
Los argumentos a favor y en contra de la pena de muerte son de sobra conocidos, pero Estados Unidos es uno de los pocos países del primer mundo en donde sigue vigente a pesar de que la defensa legal de la gente pobre es pésima y son innumerables los casos de personas condenadas a muerte por un crimen que no cometieron.
Schwarzenegger podría cambiar la historia del estado si comprende que el sistema judicial de un estado civilizado no debe ponerse a la altura de un criminal respondiendo diente por diente.
El autor es miembro del consejo editorial de Los Angeles Times
