Un signo masculino del buen vestir

Más avanzados en la historia, entra en Francia la croatta atada a los cuellos de los soldados croatos durante el siglo XVII. El modelo se parecía a la corbata actual, porque constaba de una tira anudada al cuello, en forma de rosita, con las patas sueltas. Es así como la croatta primero conquista el gusto francés de la época, para después imponer su moda en el resto del mundo hasta convertirse en signo de poder y riqueza.

Al estallar la Revolución Francesa, todo cambia y se pone a tono con los tiempos políticos adoptando el tinte ideológico: quienes usaban corbata en tela blanca eran contrarrevolucionarios, y quienes la llevaran negra, revolucionarios de la más pura cepa.

Con sus altas y sus bajas, sus desmesurados tamaños y almidonamientos para mantenerla lo más tiesa posible -como las de Lord Brummel, quien se hizo famoso porque lucía corbatas que no dejaban verle barbilla ni la parte inferior de la boca y para anudárselas necesitaba el auxilio de dos sirvientes-, la corbata nunca más abandonaría los roperos.

Llegado el siglo XIX, se caracterizan porque solo son confeccionadas en tres colores -blanco, negro y gris- y se pone en boga un modelo preferido por los revolucionarios y los artistas, el cual consistía en dos tiras del mismo largo y ancho, conocido como estilo lavallière .

Otros tipos de corbata de aquellos años serán también la corbata larga, la de papillon y la de plastron , también conocida por bufanda inglesa.

En el siglo XX, el diseño, el tamaño y el colorido de las corbatas cambian con cada temporada, pero lo que no parece variar es la necesidad de llevarla en ciertas y determinadas ocasiones o como elemento indispensable en el atuendo exigido para algunos trabajos.

Ahora se aprecia un estallido de formas y contrastes en los diseños de las telas con que se confeccionan muy propios para la juventud. Y hasta las mujeres hace mucho tiempo también adoptaron esta prenda para su vestuario.

Por supuesto, tampoco nadie discute que la corbata es una de las prendas de vestir que más transparenta la personalidad de quien la lleva. Muchos señores jamás serán vistos con corbatas en colores llamativos, porque sencillamente se los impide la seriedad de su carácter o el sentido que tienen de la elegancia.

Pero entre los más jóvenes y en las damas proliferan quienes se atan al cuello un estallido de tonos donde lo mismo puede haber retratos de personajes famosos del mundo real o de la ficción, que formas abstractas.

Distan siglos desde los días en que la corte francesa de Luis XIV, el Rey Sol, la adoptara. Mucha agua ha rodado por debajo de los puentes de la historia desde entonces, mas todo parece indicar que esta prenda, indispensable en cualquier ropero masculino, nunca desaparecerá, aunque las formas, el colorido y motivos del estampado puedan cambiar hoy, en apenas 24 horas.


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