Una mariposa tiene un ciclo de vida de cuatro fases. Primero es un huevecillo, dejado en el borde interno de una hoja por su progenitora, luego se convierte en una especie de gusano devorador de la misma planta en que fue alojado; cuando termina de saciarse, por un tiempo se comprime en un capullo hasta que esté lista para salir de la cobertura viscosa y abrir sus alas al mundo.
Las fases del ciclo son celosamente custodiadas por Asquena Aguilar, una joven guía del Mariposario Cerro La Vieja, que se asegura de que el proceso natural no sea interrumpido. En la vida silvestre, una hormiga, una araña o un ave puede acabar con la esperanza de vida de la alada en un solo bocado.
Hay 30 especies de mariposas reunidas en el recinto montañoso que se extiende por mil 200 metros cuadrados. Algunas especies de mariposas hembras pueden depositar desde su abdomen 80 huevos al día en las plantas más convenientes para sus crías. Todos los huevos, a simple vista esferas minúsculas, deben ser colectados para llevarlos al laboratorio.
Son 500 mariposas las que conviven en el jardín protegido, si la mitad fuese hembra, habría un estimado de 20 mil huevos al día iniciando sus ciclos. Aunque Aguilar cuenta con el apoyo de cuatro ayudantes, la labor de producción es titánica.
El biólogo Samuel Valdés, cofundador del Mariposario Cerro La Vieja, ha dado paso a la incorporación de residentes del área en el proyecto de reproducción de mariposas. Uno de los voluntarios del plan piloto es Euclides Torrero, quien ha recibido adiestramiento para asegurar la vida de las mariposas.
Torrero fue invitado al mariposario para conocer sobre la especie y quedó tan maravillado que forró con malla de polisombra una pequeña parcela de tallos de guineo, cerca de su casa, para darle alimento al primer lote de mariposas, que pronto recibirá.
El único provecho que veía la gente de su pueblo en la mariposa, “era atraparla para encontrar un número de la suerte en las alas”, relata el agricultor sobre la especie que ahora sabe se llama búho, la cual se diferencia por la figura de un ojo de búho en las alas laterales, usado como camuflaje en la naturaleza para asustar y disuadir a sus depredadores.
Torrero estará a cargo de la producción de mariposa búho, la cual debe entregar en estado de pupa (capullo, previo al primer vuelo) al mariposario.
“Dependiendo de la especie y la cantidad de individuos entregados, un productor puede ganar hasta 60 dólares quincenales”.
Torrero compara, “hay más ganancia en cultivar mariposas que trabajar la tierra para cosechar un saco de yuca”.
Uno de los moradores de Chiguirí Arriba, Penonomé, que se suma a la iniciativa como productor de mariposas, es Jaime Navarro. Tiene un pequeño sembradío para recibir a la Papilio Thoa, cuya alas pueden ser hasta de 61 milímetros.
Valdés advierte que esto apenas es el comienzo del negocio. Con la activación del Mariposario Metropolitano, hace dos meses, el de Cerro La Vieja se convierte en proveedor del primero.
“Su función es la de ser un centro de cría de mariposas y capacitación a las comunidades en cría y conservación de mariposas silvestres de Panamá”, argumenta Valdés.
Sin embargo, la demanda del mercado externo toca a la puerta. “Hay parques en Estados Unidos solicitando envío de especies, y otro destino para las mariposas podría ser Polonia”.
El mariposario además de centro de exhibición “conecta el campo y el uso de la biodiversidad con la ciudad de Panamá”, concluye el científico.
