Si alguien me hubiese explicado el concepto detrás de Cartas de amor, en el teatro La Estación hasta el 18 de febrero, lo más probable es que me hubiese quedado en casa.
Una obra sobre dos personajes de clase de alta de principios del siglo XX en Estados Unidos que leen en voz alta, sin razón aparente, las cartas que se escribieron entre ellos por cinco décadas, no suena muy teatral ni mucho menos interesante.
Lo que potencialmente no es más que una lectura dramatizada que quiere ser obra de teatro, tiene todo el potencial de crear mucho ruido, pero comunicar muy poco.
Sin embargo, los elegantes trucos teatrales que le añade su director Gabriel Pérez Matteo a este montaje para avanzar la trama y la efectiva interpretación de Stella Lauri la hicieron una buena experiencia teatral.
Casi siempre que voy al teatro tengo una idea bastante clara sobre el texto, sus posibilidades de montaje, y en Panamá estoy familiarizado con el posible rango de muchos de los actores en escena.
En este caso, la obra, a pesar de ser un clásico del teatro de Estados Unidos y haber sido montada en Panamá en dos ocasiones anteriores, me era completamente desconocida.
Igualmente, a pesar de haber sido nominada a docenas de Premios Escena, nunca había visto en escena a Stella Lauri (en el papel de Melissa).
PARA TRIUNFAR
Al arrancar la obra y ver que los actores tenían las cartas de amor (o libreto) en mano y que la historia comenzaba desde que estaban en primaria, sentí esa picazón de querer salir huyendo de vuelta a la comodidad de Netflix.
Con las caras fijas en el papel, pensé, sería muy difícil para los actores comunicarse con el público. Pero muy pronto el tono y contenido de las cartas cambian, regalándoles a los actores una rica variedad de matices y giros que interpretar.
Stella Lauri toma ventaja de este regalo, y muy elegante y mesuradamente nos muestra el arco de la vida de una mujer que creció con el peso de saber que lo tenía todo para triunfar y ser feliz.
El texto de la obra nunca se adentra en las causas o traumas que moldean la vida de Melissa.
En su lugar, la puesta en escena juega poderosamente con todo lo que el texto calla. Quizá una de las escenas más emotivas es el verano que la joven Melissa pasa con su padre y su nueva esposa. Fastidiada por una madre ausente emocionalmente, Melissa hace el viaje hasta la nueva casa de su padre con la esperanza de por fin encontrar la familia que nunca ha tenido.
Andrew (interpretado por Gabriel Pérez Matteo) le envía un sinnúmero de cartas a Melissa todo ese verano, pero no recibe respuesta alguna.
El público solo ve, en penumbras, a una Melisa tirada en el diván en posición fetal, mientras Andrew sigue preguntando en sus cartas “¿estás bien?”.
La obra no solo evoca la nostalgia de las épocas epistolares, sino también nos recuerda qué difícil es poner en palabras nuestros sentimientos más básicos.
Como muchos otros, dejé de escribir cartas a mis amigos y familiares el mismo día que abrí mi primera cuenta de AOL. Pero la tradición de compartir por escrito, ahora en redes sociales, lo que nos sucede en la superficie, y comunicar solo con el cuerpo lo que realmente importa, no ha desaparecido.




