El escritor argentino Leopoldo Brizuela, que ganó el Premio Alfaguara de 2012 por su novela Una misma noche, defendió la memoria como una herramienta que indaga en “el pasado para explicar el presente desde un horror silenciado durante años, y así aceptarlo y no repetirlo”.
Brizuela presentará hoy en Lima su novela, obra que describió en entrevista como un “desquite” para liberarse del conflicto interior entre la propia represión a denunciar y el remordimiento del silencio mantenido durante años sobre dos asaltos aparentemente inconexos, pero que revelan la crueldad de la dictadura militar en Argentina.
“Ambas son reacciones instintivas y automáticas, pero la novela hace mucho hincapié en las formas de resistencia a aceptar el horror incluso cuando se vive en medio de él, algo que es humano”, señaló Brizuela, para quien su historia no es más que un relato que todo el mundo tiene, “pero mucha gente no ha tenido conciencia de hablarlo”.
Una misma noche comienza cuando el protagonista presencia el asalto a la vivienda de sus vecinos por la policía científica, lo que le recuerda un hecho similar del que fue testigo tres décadas atrás, en 1976 cuando con 12 años la policía de la dictadura argentina entró a su casa en busca de sus vecinos.
Desde ahí, el protagonista inicia un relato en busca de la memoria silenciada hasta descubrir una de tantas historias calladas por el terror y llamadas a denunciar con libertad, cuando esta era inexistente en Argentina, al igual que en otros países en épocas distintas.
Por ello, el periodista y autor argentino afirmó que la memoria histórica “no significa juzgar ni tampoco se hace para castigar, sino solamente para saber quién es uno”, lo que consideró “un ejercicio fundamental” no solo para Argentina, sino para toda Latinoamérica.
Para Brizuela, “refugiarse en el miedo es una reacción muy primitiva porque se puede vivir callado y de muchas formas”. Ese suceso que Leopoldo Brizuela vivió “de una forma menos violenta que en la novela”, estaba dormido en su memoria hasta que al leer El silencio de Kind, de la argentina Marcela Solá, se sintió identificado porque su protagonista, al igual que él, usa el piano ante los militares, lo que le despertó el recuerdo, “y así la memoria generó esta novela”.