Alba de Campos se llama
La madre más virtuosa
Bendita como una diosa
Aparece en la mañana
Cómo rocío de montaña
Al pie de la cordillera
Moja y prepara la tierra
Para fértil producción
Orienta y da protección
Sobre la familia entera.
Cuando falleció, el famoso científico ateo Andreas Bramberg, no tenía previsto lo que iba a ser para él la eternidad. Después de atravesar el consabido túnel y encontrarse con la Luz, Andreas tomó repentina conciencia respecto a una posible equivocación sobre su exacerbado ateísmo. Fue la sorpresa de su vida, o expresado de forma más correcta, de su muerte.
Y la Luz le habló: Aquí estás Andreas, otro noble hombre sin creencias. Veo que tu vida ha sido muy fructífera y buena en todo. No crees en Dios, pero has hecho lo correcto de acuerdo a tus principios. Algo excelente.
Andreas replicó: Si puedo pensar, sigo existiendo. ¿O no?
La Luz le explicó que la comunicación con la Fuente de Todo era posible porque en esencia, Andreas y todos los seres pensantes eran parte de Él. También le dijo que después de muertos todos tenían derecho a un Cielo Individual, dependiendo de sus creencias, siempre que las mismas no atentasen contra el Orden natural de las cosas.
Los ateos, como no dañaban a nadie con sus creencias, tenían derecho a escoger su propio Nirvana, pero con la conciencia plena de que jamás disfrutarían de la presencia de un Ser Supremo en el que no creyeron. Los que creían en la reencarnación también eran complacidos. Después de la Vida había democracia.
Andreas, perplejo, decidió que lo mejor para él era seguir inquiriendo y descubriendo los muchos misterios de la ciencia. Y entonces tomó conciencia de que poco le iba a servir saber los secretos de la Naturaleza y el Infinito si no tendría oportunidad de aplicarlos en beneficio de la humanidad.
