El caimito es un árbol silvestre de la familia de las sapotáceas, pero también es cultivado, especialmente en áreas rurales. Su fruto, de color morado, es muy dulce. Está presente en casi todo el mundo tropical, en Filipinas y en el Caribe es un cultivo importante.
Ingrid M. Parker, científica asociada al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y profesora de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California, Santa Cruz, ha estudiado el caimito en Panamá desde 1997.
En su opinión, en Panamá esta fruta carnosa y pegajosa está disminuyendo en su importancia debido, en parte, a que muchos ni la conocen y otros están cortando sus árboles de caimito.
Su interés por esta especie surgió debido a su pasión por conocer la biología de las malezas y especies invasoras. Cuando leyó que el caimito fue introducido en Panamá, quizo estudiar cómo este árbol podía invadir el bosque tropical. Contactó a botánicos locales y le dijeron que esa especie no era maleza y que se podía encontrar en bosques muy aislados. Así, empezó a investigar sobre su origen y cómo han influido los humanos en su evolución.
En una charla organizada por el STRI, explicó que algunos autores consideran que el caimito es originario de las Antillas y que fue llevado por las personas hasta Centroamérica y Panamá. Otros creen que es originario de México.
Parker tomó muestras de caimito en Panamá, Costa Rica, Guatemala, parte de México y las Antillas, y utilizó técnicas de genética molecular para analizar qué tan relacionadas están las especies entre sí. Según los resultados, cree que el istmo de Panamá es el origen del caimito y que fue domesticado aquí.
Para estudiar la influencia humana en la evolución del caimito, muestreó los bosques del Parque Nacional Soberanía, Chilibre, Parque Nacional Chagres, Parque Camino de Cruces y el Parque Natural Metropolitano, buscando qué diferencias había en las características de los árboles silvestres y los cultivados en barrios o pueblos panameños.
Así, encontró que los frutos de los caimitos cultivados son mucho más grandes y suaves que los silvestres, y sus semillas son más grandes y abundantes. Además, la pulpa del caimito cultivado es más dulce, tiene menor cantidad de ácidos y compuestos fenólicos.
Había muchas características que varían entre árboles cultivados y silvestres, lo cual es curioso porque hay poca diferenciación genética entre ellos. “El hecho de que los frutos sean muy distintos entre los árboles cultivados y silvestres, demuestra un efecto fuerte en la selección antropológica”.
Parker tenía curiosidad por conocer la influencia del ambiente, como la luz y disponibilidad de agua. Hizo muestreos en claros de bosques y en un terreno en la cuenca del Canal, que forma parte del proyecto de colaboración con la Universidad de Panamá y la Autoridad del Canal de Panamá, llamado Ciudad del Árbol.
“Desde 2008 hemos sembrado más de 60 genotipos distintos de caimito allí, algunos silvestres y otros cultivados. Tenemos la información de los árboles madre y en unos años podremos medirlos y a sus frutos”.
Es interesante para la científica ver si hay alguna desventaja de la domesticación. Sus análisis han mostrado que las semillas silvestres son más resistentes a perder su agua y germinan más lento. Ha sido una sorpresa que casi siempre los árboles cultivados están creciendo muy bien al ser plantados en el bosque.
Es posible que en unos años algunas características ambientales hacen que los silvestres crezcan mejor que los cultivados, pero en otros años, en diferentes sitios, ambos están bien. “Los rasgos de las frutas son distintos, pero en cuanto a crecimiento, son bastante similares”.
Parker concluye que el caimito se considera semidomesticado y que sus frutos han evolucionado bajo la selección humana, pero también se mantiene una alta variación genética de este árbol en Panamá. “El caimito es parte importante del patrimonio panameño y hay que apreciarlo. Espero que el proyecto de Ciudad del Árbol siga creciendo, es la única colección del mundo con germoplasma del caimito de Panamá”.







