Edgar Soberón Torchia recuerda que el nombre de BannabáFest fue una inspiración del abogado James Bernard, “que así lo bautizó cuando le platiqué la idea de hacer el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Panamá”.
Cuando le habló del significado del término, “que viene del guna bannaba, sin tilde, pero se la ponemos para que se pronuncie correctamente, para indicar ‘más allá’, ‘lejano’, ‘distante’. Yo me imaginé historias de que los españoles preguntaban a los indígenas: ‘¿Dónde está el oro?’, ‘¿Dónde está el otro mar?’, ‘¿Dónde hay menos mosquitos?’´, y los originarios les contestaban: ‘Bannabá, bannabá’, que mutó a ‘Panamá, Panamá’. Es una de las hipótesis del origen de la palabra Panamá, y me parece una de las más convincentes, aparte de bonita”.

Antecedente
Este dramaturgo nacional, director del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Panamá, también conocido como BannabáFest, participó como jurado en el Festival de Cine de Derechos Humanos de Sucre, Bolivia, y quedó impresionado de que “hubiera un cuerpo de películas tan grande que defendiera los derechos de la humanidad o denunciara sus violaciones. Y sobre todo, que expusieran métodos de lucha más eficaces que cerrar calles y tirar piedras”.
De hecho, luego se dio cuenta de que “podemos recurrir a un sinfín de películas para hablar de derechos humanos, como Sufragistas, Ciudad de Dios y hasta La forma del agua. Lo que se hace necesario es tomar conciencia de los primeros 30 derechos de la Declaración Universal que ayudó a redactar el panameño Ricardo J. Alfaro y, de ahí, pasar a los que después se fueron derivando”.

El cine latinoamericano ha colaborado en combatir la impunidad y a defender la justicia “con contundencia, y desde los orígenes del cine”. Tome, por ejemplo, el serial mexicano La banda del automóvil gris, que data de 1919. “Los mexicanos estuvieron a la vanguardia desde entonces, pero los aportes de Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Colombia, Perú y Venezuela son importantes”, agrega.
Las aguas bajan turbias, El chacal de Nahueltoro, Vidas secas y Lucía le vienen a la mente. “E incluso Panamá, porque el documentalismo de 1970 hacía un llamado a la justicia, con el reclamo de las tierras de la zona canalera”.
Ahora, “si en un país la impunidad y la injusticia están a la orden del día, al cine le costará el doble colaborar en combatirlas. Desde la posibilidad de hacer la película a exhibirla. En Panamá no tenemos aún la madurez para enfrentar la verdad desnuda, ni autoridades libres de culpas, que no tengan miedo a inducirnos a enfrentar nuestras faltas de ética o moral”.
Sobre qué película istmeña piensa que aboga por la memoria histórica, se inclina por Historias del Canal, una producción que “lo intentó con más acierto que desméritos. A mí me gustan más las historias que abren y cierran el filme, hechas por dos mujeres cineastas, porque las siento enfocadas y hechas con mayor rigor. Las otras mezclan melodrama, romance y humor para contar la historia nacional, elementos que hay que manejar muy bien para que no diluyan el componente histórico. El ejemplo más elocuente es el segmento del periodo de la firma de los tratados Torrijos-Carter, que, en medio de la historia del taxista bufón, perdió la fuerza de un momento histórico que determinó poderosamente nuestro presente”.

Nueva edición
La convocatoria para la edición de este año del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Panamá cierra este 10 de agosto.
Las categorías a premiar son Mejor Documental, Mejor Ficción y Mejor Corto Estudiantil. Las películas deben ser obras propias de cualquier duración y género, realizadas desde 2017 a la fecha, que aborden temas como libertad de expresión, migración, medio ambiente, calidad de vida, salud, acceso a la justicia, memoria histórica, pueblos originarios, afrodescendientes y género. Los premios consisten en la entrega de estatuillas, diplomas de reconocimiento y aporte económico.

