La placentofagia (que la mujer ingiera la placenta tras el parto), parece una práctica en relativo auge, aunque los expertos advierten de que no hay evidencias científicas de que tenga efectos beneficiosos para la salud, pero tampoco las hay de sus posibles riesgos.
No está claro que el consumo de la placenta, ya sea cruda, cocinada o encapsulada, proporcione protección contra la depresión posparto, reduzca los dolores tras dar a luz, aumente la energía, ayude a la lactancia, propicie la elasticidad de la piel, mejore la vinculación materna o reponga el hierro corporal.
Sin embargo, algunas mujeres famosas han promovido esa práctica, como Kourtney Kardashian.
El Centro Northwestern Medicine de Chicago realizó una revisión de 10 publicaciones recientes de estudios sobre placentofagia y en ellos no encontró ningún dato que apoye la idea de esos supuesto beneficios, señala la publicación Archives of Womens Mental Health.
Para el centro médico, lo más preocupante es que tampoco hay estudios que examinen los potenciales riesgos de la ingestión de placenta, un órgano que, entre otros cometidos, funciona como un filtro para absorber y proteger el desarrollo del feto de toxinas.

