Perros que ladran en los umbrales, los años que pasan sin remedio, los empleos perdidos por las crisis económicas, los crudos inviernos cuando no se tiene un abrigo, los políticos que ofrecen sermones y mentiras, las sirvientas de cocina asesinadas por chicos de padres ricos, boxeadores que deben luchar dentro y fuera del cuadrilátero, el forajido que no tiene sitio adonde ir, la esposa maltratada por un hombre sin corazón y el pesar de los amantes por los encuentros que no se pudieron dar.
Son temáticas que surgen de la mente y la voz de Bob Dylan, heredero de las tramas de escritores como William Burroughs y Jack Kerouac, con quienes tiene puntos imaginativos en común y con quienes colaboró en proyectos culturales durante la segunda mitad del siglo XX.
Este nieto de inmigrantes judíos oriundos de Rusia y que nació el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minesota, ha hecho de las canciones, con sus formas de poéticas y rudas crónicas urbanas, la manera que tenemos sus admiradores de enfrentarnos a la amargura, el miedo, la soledad, el desamparo y la desesperación.
Sus tonadas, tanto las de carga ideológica como las de índole amoroso o de corte social, hablan de un planeta en crisis, en el que hay leyes que los poderosos no cumplen, de gente que debe organizarse para defender los más elementales derechos civiles, de hombres y mujeres a los que les encanta discriminar y marginar a los que considera poca cosa.
Las melodías del autor de temas como Mr. Tambourine, Hurricane o Like a Rolling Stone, sin dar rodeos, se refieren a una sociedad que cada vez es más difícil de entender, pues sus actos evidencian que es orgullosa, dada a la violencia, algo mesquina y además le encanta derrumbar a la justicia y a la igualdad.
La noticia de su Nobel de Literatura, de seguro, despertó alegría entre sus seguidores (desde el presidente Barack Obama hasta escritores como Salman Rushdie), algo que ya no parecía imposible cuando la Academia Sueca abrió el compás al dar el premio a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich.
Cabe recordar que es el primer estadounidense que recibe el Nobel de Literatura desde que lo ganó en 1993 la escritora Toni Morrison.
Aunque también esta decisión desató la ira entre aquellos que deseaban ver premiados a autores como el sirio Adonis, el keniano Ngg wa Thiong’o, el noruego Jo Fosse el tokiota Haruki Murakami, el surcoreano Ko Un, y los estadounidenses Don DeLillo y Philip Roth. Será en otra ocasión.
