Entre 15 y 20 oseznos se quedan huérfanos cada año en Rumania.
Un tercio de ellos sobrevive gracias a un centro en el que se les cuida sin domesticarlos, para que no pierdan sus instintos y puedan regresar luego a la vida silvestre.
El Centro de Recuperación de Osos Huérfanos de Europa fue creado hace 11 años por la organización ecologista WWF en la provincia transilvana de Harghita.
Desde entonces, 70 cachorros de oso pardo han logrado no solo sobrevivir, sino reincorporarse al hábitat natural sin haber quedado “contaminados” por su contacto con los humanos.
El camino para llegar a este resultado no ha sido nada fácil y ha estado salpicado de fracasos.
´Panda´ fue uno de ellos. Este cachorro fue de los primeros en llegar al centro, pero para él fue tarde, ya que había pasado demasiado tiempo buscando comida entre la basura de núcleos urbanos como para aprender a buscarse la vida en solitario en el monte.
Ahora es uno de los dos únicos adultos del santuario y ejerce como una especie de tutor de los cachorros.
Para evitar esa “contaminación” y que los osos crezcan sin ningún contacto con los humanos, el centro de recuperación está situado en una remota zona montañosa dentro de un área de 20 hectáreas en la que está prohibida la entrada de personas.
“Hay que alejarlos de las zonas urbanas, donde pueden escarbar en la basura y encontrar comida fácilmente”, explica Leonardo Bereczky, coordinador del centro.
Con unos 6 mil ejemplares, la población de osos de Rumania supone más de un tercio de la de toda Europa y es la segunda mayor del continente, por detrás de Rusia.
