Su resistencia a la radiación ultravioleta y a condiciones climáticas extremas convierten a las plantas antárticas en excelentes herramientas de la biotecnología para desarrollar protectores solares, antioxidantes, azúcares naturales o mejorar cultivos más frágiles.
El pasto antártico (Deschampsia antárctica) y el clavel antártico (Colobanthus quitensis), así como musgos, helechos y líquenes emergen en los meses del verano austral en la Antártida, considerado un laboratorio natural.
Si algo han demostrado las plantas antárticas es su adaptación al medio para sobrevivir a condiciones extremas y al cambio climático. Esto debido a la acumulación de azúcares que las protegen y las alimentan durante los duros meses de invierno bajo la nieve.
