Maritza lleva unos 40 años sin degustar el dulzor de la guinda, una de sus frutas favoritas que comía en su infancia, pero recuerda hoy como si fuera ayer cómo su característico sabor despertaba sus papilas gustativas.
La guinda es “chiquita, redondita y de color morado tirando a negra. Tiene un sabor a uva. Por dentro es como una masa, pero dulcita, y trae minisemillitas que se comen”, relata quien de adolescente las bajaba de los árboles con ayuda de una varilla en la casa de sus abuelos en Chiriquí. Había que estriparla para que se abriera por la mitad y así comerla.
Hoy la guinda es una fruta de antaño, así como hay otras en el país. Como no se encuentra con tanta facilidad, su hijo de 13 años no la ha probado, “¡pero le he hablado tanto de ella que se la imagina y la saborea!”
Así como la guinda, muchas frutas tropicales nativas de Panamá no se hallan con la misma frecuencia de hace varias décadas.
Algunas de ellas son: la fruta de pan, el caimito, zapote, mamey, chirimoya, mangotín, guaba, guabita cansaboca, corozo, nance, níspero, jobo, pomarrosa, ciruela, guayaba criolla, toreto y borojó, enumera el ingeniero agrónomo Ángel Carril, coordinador de fruticultura de la Dirección Nacional de Agricultura del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida) en Santiago, Veraguas.
“Este es un listado de frutas que hemos identificado. Como últimamente hemos estado trabajando a nivel de campo, hemos observado que muchos de los productores nos han hecho hincapié en que esas frutas han estado desapareciendo”.
Estas frutas ya no se ven con tanta frecuencia debido a factores como: el rápido crecimiento poblacional, efectos ambientales como sequía e inundaciones, especies invasoras, sobrepastoreo, quema, deforestación, entre otros, recalca Carril.
Así mismo, el modelo arquitectónico de hoy no ayuda a su fomento.
“Antes la gente sembraba en traspatio. Ahora no puede hacerlo, ya que el modelo típico de urbanización de hoy no permite que la gente siembre; de repente sí una rosa y unas palmitas, pero el espacio físico residencial que antes era tradicionalmente amplio ahora se ha reducido, y eso hace que la gente no siembre, y si siembra, lo hace en pequeñas cantidades”, asegura.
Para que estas frutas no se pierdan, el ingeniero sugiere rescatar “por lo menos su material genético, porque ahí radica prácticamente el futuro de parte de la fruticultura”, y crear viveros comunitarios para tratar de mantenerlas.
En la siguiente página, conozca un proyecto encaminado a la conservación de estas frutas de antaño.

