Un equipo de investigadores ha descubierto que el mal de Alzheimer podría transmitirse por medio de procedimientos médicos, como por ejemplo, la inyección de hormonas para tratar algunos trastornos, según un estudio publicado en Nature.
El estudio aporta pruebas tendientes a demostrar que fragmentos de las proteínas que generan las placas responsables de la enfermedad de Alzheimer pueden ser transmitidos entre seres humanos a través de la transferencia de tejidos.
Eso no quiere decir que el mal de Alzheimer sea contagioso, aclaran los autores del estudio y expertos que comentaron sus resultados.
“Esto se refiere a una situación muy especial, de personas inyectadas con extractos de tejidos humanos”, indicó el coautor John Collinge del University College London.
“No creo que tenga que desencadenar alarma ninguna o que estemos sugiriendo que uno pueda contagiarse con la enfermedad de Alzheimer”, una forma de demencia senil.
El experto preconizó seguir profundizando las investigaciones para determinar “si existen vías accidentales por las cuales estas enfermedades pueden ser transmitidas mediante actos médicos o quirúrgicos”.
Al investigar una enfermedad sin relación alguna, Collinge examinó el cerebro de ocho personas que durante la infancia habían recibido inyecciones de hormonas como tratamiento contra el enanismo.
La hormona había sido extraída de la glándula pituitaria obtenida en miles de cadáveres humanos. Esta práctica se interrumpió en 1985, cuando los médicos se percataron de que podía transmitir una variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (CJD), la versión humana de la enfermedad de la “vaca loca”.
Ocho pacientes investigados en el estudio fallecieron a raíz de esa enfermedad neurodegenerativa.
Collinge y sus colegas se declararon “muy sorprendidos” al percatarse de que siete de los ocho pacientes presentaban depósitos de amiloide beta, que se considera están vinculados al mal de Alzheimer, y cuatro de ellos en altas concentraciones.
Asombrosamente, los pacientes tenían entre 36 y 51 años, cuando normalmente ese tipo de depósitos se observa en pacientes ancianos. “Pensamos que la explicación más plausible es que los preparados de hormona de crecimiento que se les suministró cuando eran niños, además de haber estado contagiados con priones de la CJD, probablemente también estuviesen contaminados con ‘semillas’ de Abeta”.
Estudios preliminares de laboratorio mostraron que el Abeta de tejidos cerebrales afectados con la enfermedad de Alzheimer, cuando eran inyectados a ratones o monos, eran capaces de infectar el cerebro del animal receptor, incluso cuando la inyección se practicaba en el abdomen.
“Por lo tanto, existen mecanismos que transportan esas simientes de proteínas al cerebro”, indicó Collinge.
“No sabemos lo que son, pero claramente puede suceder que se trasladen de una inyección intramuscular al cerebro del niño”.
Las “semillas” de Amiloide beta, escriben los expertos, “al igual que los priones, son capaces de adherir a las superficies metálicas y ser resistentes a una esterilización hospitalaria convencional”. Se desconoce si los casos estudiados hubiesen desarrollado la enfermedad.

