El Museo de la Corrupción de Paraguay, hasta ahora una iniciativa virtual para denunciar los desfalcos más sonados en el país, se materializa en una exposición de caricaturas que recorrerá diferentes salas de arte con el objetivo de mantener la memoria colectiva sobre los escándalos políticos.
La colección de retratos de los corruptos, acompañados de su currículum de fechorías, pretenden así impedir que los casos vayan al “opareí”, un término en guaraní que los paraguayos utilizan para hablar de que un asunto quedó relegado a la nada y se olvidó sin dejar consecuencias.
“El paraguayo no tiene memoria. Cuando aparece un caso de corrupción, al poco tiempo se olvida. Queremos volver a recordar lo que hace cada político”, explicó Ana Calvo, diseñadora que ideó el museo junto con el ilustrador Dave Mac Cruz.
Diputados que falsificaron más de siete títulos universitarios, niñeras convertidas en funcionarias parlamentarias por obra y gracia de senadores o ministros que emitieron facturas desorbitadas por la compra de hogazas de pan son algunos de los distinguidos personajes que pueblan el museo.
Los dibujos rescatan de la “amnesia ciudadana” escándalos como el del fraude producido en las elecciones primarias del Partido Colorado, hoy en el Gobierno, en 1992, cuando Paraguay se hallaba en plena transición hacia la democracia.
Acompañando los lienzos, el artista Dave Mac Cruz imprimió rollos de papel higiénico que tienen estampada la cara de los políticos corruptos, en un irónico gesto de desdén y rechazo.
El museo nació en diciembre de 2014 como una plataforma virtual y una aplicación informática para vehicular las denuncias de los ciudadanos, desde las grandes estafas políticas hasta los intentos de pedir coimas, refirió Calvo.

