Quinientos años después, las ruinas de la antigua ciudad de Panamá siguen siendo testigo del continuo caminar de las generaciones, pero se pierde el recuerdo de uno de sus hijos, aquel que le escribió en la década de 1930 la tamborera Panamá Viejo.
El rostro de Ricardo Fábrega es invisible para la mayoría de los panameños, pero sus canciones y poemas forman parte de la historia y cultura del país.
Hoy, su nieta, Arleene Fábrega Conte, se encuentra reconstruyendo la vida del autor de piezas como Yo tengo mi gallo pinto o Si tú supieras, para el recuerdo de su abuelo permanezca en la memoria de todos.
El artista
Diestro en el piano, la flauta y el acordeón, entre otros instrumentos, Fábrega fue el creador de la tamborera, que mezcla distintos ritmos, como la cumbia y el danzón. Y si bien una imagen del santiagueño o su obra se pueden encontrar en internet, conocer más de su vida, sus motivaciones e inspiraciones, es más difícil.
Fábrega Conte utiliza sus recuerdos de niña y las memorias de familiares y amigos, para “revivir” al artista. “Era una persona reservada. Observadora. Él podía estar en medio de una fiesta, tranquilo, pero en su mente estaba componiendo; por eso siempre lo veías con una servilleta, un papel o lo que fuera para tomar apuntes”, comparte la nieta del autor de más de 100 partituras, siendo Delirio la primera que se le conoce.
Sobre la inspiración del músico, Fábrega Conte resalta la imagen de dos mujeres. Una de ellas es Anita Morgan, esposa y gran amor del artista, a quien le dedicó la mayoría de sus temas, como Taboga. La otra es su madre Hortensia Fábrega Arosemena, quien fuera su primera maestra de música y a quien le compuso Madrecita.
Otra anécdota sobre la dinámica de composición de Fábrega: tenía por costumbre, cuando podía, salir del trabajo para ir a almorzar con su esposa, y luego de la comida, se sentaba con su piano a componer, antes de retomar las labores.
Vivencias
Si bien el libro en el que trabaja Fábrega Conte tiene como figura principal la de su abuelo, la historia de su familia y la de Panamá, también juegan un papel relevante en la obra. “Menciono hechos como, por ejemplo, el naufragio del vapor Taboga (1911), en el que mueren miembros de mi familia, como la hermana mayor de mi abuelo, Margarita Fábrega. Hablo de las dificultades que épocas atrás tenían algunas personas del interior para venir a estudiar a la capital”, cuenta.
Además, se hace alusión a otras grandes figuras panameñas que tuvieron una estrecha relación con el músico, como su cercana amistad con el expresidente de la república Arnulfo Arias Madrid o la cantante Sylvia De Grasse, quien gracias a las piezas de Fábrega, fue conocida como “La reina de la tamborera”.
El legado
Fábrega Conte quiere que la narración del libro funcione como un medio para corregir algunos errores al rededor de la historia de su abuelo, como fechas, datos e inclusive letras de sus canciones.
De este último punto, destaca el inicio de la conocida Panamá Viejo. “La letra original comienza: ‘He vivido soñando’, pero en algún punto se cambió por ‘He vivido gozando’, que si bien, no se escucha mal, cuando lees el resto de la obra, sobre todo en poesía, te das cuenta que no es del todo congruente con la historia que cuenta”.
Para ella, como para el resto de la familia Fábrega, es de vital importancia “no permitir que el legado de Ricardo Fábrega se pierda, así como todo lo que hizo por Panamá y su cultura”. Es ferviente creyente que se debe promueva el Festival de La Tamborera, para rescatar este género musical capitalino y que las futuras generaciones lo conozcan.
Mientras se sigan interpretando sus temas, la obra de Ricardo Fábrega seguirá viva, pero es su nombre e historia lo que paradójicamente parece estar convirtiéndose en un “recuerdo lejano”.
