El documental El Tobar, de la artista panameña Jovana de Obaldía, es un retrato de cómo el arte puede transformar los espacios de salud pública y cómo las imágenes y el color pueden, por qué no, ser parte del tratamiento.
Este trabajo audiovisual que realizó y presentó recientemente en Argentina, documenta la experiencia de un grupo de 10 artistas dentro del Hospital Psiquiátrico Infanto Juvenil Carolina Tobar García (El Tobar) en Buenos Aires, así como de trabajadores, familiares y los niños, quienes, como cuenta de Obaldía, fueron la parte fundamental del proyecto, que piensa presentar en Panamá a futuro.
La panameña explica que ella se mantiene detrás cámara en el documental y que su relación con el centro se remonta a 2017 cuando, con sus propios fondos, empezó a hacer dos murales en el hospital.
“Me comienzo a vincular con doctores, con los chicos, comienzo a ir al hospital periódicamente, casi una vez por semana, a hacer talleres de arte, a hablar. Hoy por hoy llego al hospital y como que conozco a todo el mundo, saludo desde al seguridad hasta la directora , es increíble, porque generé una relación con el hospital”, relata de Obaldía.
Este trabajo, del que obtuvo fondos gracias a la ley de Mecenazgo (un programa gubernamental que permite conseguir financiamiento para proyectos artísticos y culturales), no solo habla de cambios físicos a la infraestructura, o de experiencias artísticas dentro de un hospital, sino que de cierta forma sirve para hacer una llamado a esa realidad que viven los chicos que allí se atienden y cómo a veces pequeños detalles pueden marcar la diferencia.
“Es muy impactante ver a niños en internación dentro de un hospital a nivel psiquiátrico”, comparte de Obaldía, explicando que además el proceso de trabajar con chicos en esas condiciones es bastante delicado “porque, por ejemplo, para filmar a los niños necesitaba el permiso de sus acudientes, entonces tuve que crear un vínculo con los padres, tuve charlas previas contándoles la idea”.
“En el documental le hago una entrevista a una mamá. Incluso hay unos chicos que se escuchan charlando sobre qué nombre ponerle a los murales - porque dejamos que los niños le pusieran los nombres a todos los murales- pero no los filmo porque no me dieron permiso, pero sí me permitieron grabar las voces, entonces puedes oirlos deliberando mientras pongo imágenes de los murales”.
Los chicos, además, colaboraron en otros aspectos en el proyecto, algunos pintaron parte de los murales, otros tomaron fotos, “todo desde su lugar, porque la propuesta fue que los chicos se involucraran desde el lugar que ellos quieran, la idea tampoco era generar un mal momento para ellos, que no sintieran la impotencia de ‘yo quiero hacer un dibujo grande y no puedo’, entonces los chicos siempre participaron desde el lugar que ellos querían y podían”, explica la artista y comparte algunos momentos especiales para ella: “Otros no hicieron nada y solo observaron. Esto visto desde la necesidad de cada chico, porque hay muchos que les cuesta socializar o hablar, ya con el hecho que un chico con un problema psiquiátrico venga y se pare al lado tuyo, y mire algo, y sientes que tiene algún tipo de emoción, ya eso es montón. Por allí no te dice nada, pero estuvo allí y sonrió”.
Para la artista, aunque el resultado final del documental es satisfactorio, la mayor ganancia es quizás el impacto que ocasionó este proyecto en las personas allegadas al centro. “Los niños me paran y me dicen emocionados por ejemplo: ¿Vos pintaste la mariposa? ¡Yo la vi!”.
Además de saber que su trabajo ha ayudado un poco a facilitar algunos procedimientos dentro de la institución. “Los murales están a lo largo del pasillo de internación y me contaron, por ejemplo, de un niño que estaba muy enojado cuando lo estaban llevando, que era una situación tensa, pero que cuando vio los murales, se comenzó a calmar”.
En sus propias conclusiones, de Obaldía es del pensar que el arte, en todos sus aspectos, es tan fundamental como la medicación, la cama o la comida, “son cosas que para mí, si una persona está pasando por un momento difícil en un hospital, tienen el mismo lugar de importancia poder tener un lugar lleno de color o escuchar música en vivo, como tener buena atención”.
Muestra de esto es quizás la frase que recibió de un profesor que trabaja en el hospital y que ella recuerda sin poder ocultar la sonrisa del objetivo cumplido: “Yo no se nada de arte, pero lo que yo sí puedo ver es que ahora este es un lugar con vida”.