‘Trump es un clown con copete’

‘Trump es un clown con copete’
“El candidato perfecto, capaz de satisfacer a todos los electores, tal vez no exista”: Antonio Orlando Rodríguez.

Antonio Orlando Rodríguez emigró a Estados Unidos  en 1999 y antes ya había residido en Costa Rica y Colombia.

Cada una de estas residencias le han   beneficiado. “He tratado de imbuirme de la cultura de cada país en que he vivido. En Colombia escribí Aprendices de brujo, una novela para adultos ambientada en los años 1920, donde uno de los narradores habla como un bogotano de esa época y se reconstruye literariamente la Bogotá de entonces”.

Allí también redactó la obra de teatro El León y la Domadora, para la compañía Mapa Teatro, “sobre el drama de los refugiados y los desplazados”.

Trasladarse a Estados Unidos le permitió“recrear con mayor conocimiento y verosimilitud las andanzas en Nueva York de la protagonista de la novela Chiquita. Aunque mi literatura sigue teniendo su raíz en la cultura de Cuba, el país donde nací y me formé como escritor, el exilio me ha permitido conocer y sentirme parte de otros ámbitos geográficos y culturales”.

Tiene nacionalidad cubana, estadounidense y española, pero se siente “un ciudadano del mundo”.

- ¿La  literatura y la lectura  pueden ser un vehículo para superar diferencias?

Para que la literatura pudiera desempeñar de forma contundente esa labor transformadora, tendría que llegar a muchas personas y ser leída por ellas. Y por lectores inteligentes, sobre todo, que no son precisamente los que más abundan. La literatura y la lectura hacen lo que pueden para proponer nuevos paradigmas; poder llegar a enraizarlos en el imaginario y el comportamiento de la sociedad es harina de otro costal. Aun así, cada granito de arena es importante y se hace lo que se puede para fomentar el respeto al otro y el conocimiento y el disfrute de otras culturas.

CANDIDATOS

-¿Qué opina de  la propuesta de  Donald Trump de deportar a los inmigrantes hispanos indocumentados  de Estados Unidos?

Trump es un clown con copete amarillo, y esa y otras de las propuestas con las que ha armado su reaccionaria plataforma política son absurdas y peligrosas. Trump no es un freak caído en paracaídas en un campo de golf: es parte de los líderes populistas que han aparecido en distintos países en las últimas décadas (unos de derecha y otros de izquierda) y que, en algunos casos, han logrado aferrarse largo tiempo al poder y hacer todo tipo de desmanes. Confío en que se imponga el sentido común y que ese no sea el caso de Trump.

-Trump reitera su deseo de construir un muro entre Estados Unidos y México.

Trump ha llegado a donde está porque muchos estadounidenses comulgan con sus bravuconerías y simpatizan con ellas. Llegó a ser el candidato republicano no solo por los millones que invirtió en su campaña, y gracias a la publicidad gratuita que le ha aportado la gran cobertura que los medios brindan a sus estupideces, sino porque ha sabido exaltar los peores sentimientos de millones de electores que sientan y piensan como él. Cuando Trump anunció su intención de ser presidente, muchos lo tomaron como un chiste. Ese no fue mi caso, pues siempre pensé que podía haber muchas personas dispuestas a votar por él, como en efecto ha sucedido.

-¿El electorado latino apoyará a los republicanos?

Hay un refrán tan cáustico como cierto que dice “no hay peor astilla que la del mismo palo”. Hay un considerable número de latinos que no se inmutan cuando oyen hablar de deportaciones y de muros, olvidando que ellos también llegaron a Estados Unidos como inmigrantes. Quiero ser optimista y pensar que el voto latino no será para este peligroso Torquemada del siglo XXI.

-¿La solución es votar por Hillary Clinton?

Ningún presidente o aspirante a presidente puede prometer la aprobación de una reforma migratoria, pues no es algo que dependa solo de él; para materializarla hay que conciliar a muchos políticos con posiciones e intereses antagónicos. Las buenas intenciones no bastan y hay que poner las cosas en perspectiva. Puede prometer que lograrlo será una prioridad durante su mandato. La solución, pienso yo, como ciudadano común, es votar por el candidato que, a juicio de cada uno de nosotros, pueda hacer una contribución más significativa al futuro del país y al precario equilibrio del mundo. Alguien preocupado, en especial, por la educación, los derechos humanos, la creación de empleos, el control de las armas de fuego y la salud (de la gente y del planeta); alguien con un compromiso real con los niños, las mujeres, los inmigrantes, las minorías y la muy maltratada “clase media” de Estados Unidos. El candidato perfecto, capaz de satisfacer a todos los electores, tal vez no exista, pero tengo muy claro a cuál le daré mi voto.


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