Juan Bonilla tiene años bajo el influjo de Vladimir Maiakovski, un poeta que “le declaró la guerra a la poesía de los salones, que luego se ve involucrado en la revolución bolchevique, es utilizado y se deja utilizar por ella”.
Cuando llega el período de terror de Joseph Stalin el artista ruso retorna al ostracismo y la oscuridad, y “ya no le quedan fuerzas para declarar otra guerra a la poesía de los burócratas”.
Además, “en primera línea siempre está su historia de amor con Lily Brik”, una mujer hermosa casada con un crítico de poesía.
De muchacho, cuando las biografías de los bardos llamaban más su atención que las rimas mal traducidas al español que leía, a Bonilla le impresionó saber que Maiakovski se pegó un tiro en el corazón el 14 de abril de 1930.
“Siempre fue una figura mítica. En mi mente siempre estuvo más cerca de Aquiles, Héctor y de Agamenón, que de contemporáneos suyos como Unamuno y García Lorca”, dice.
“Su poesía empieza siendo radiante, llena de juegos, de gritos y de imágenes poderosas. Luego se va desinflando porque entiende que la poesía debe convertirse en periodismo o en teatro para servir al pueblo”, opina.
Entonces pasó a la propaganda. Curiosamente, sus poemas “verdaderamente políticos son aquellos que escribió de joven y escandalizaban a la alta sociedad y a los salones burgueses”.
Primero se acercó a Vladimir Maiakovski como ensayista. “Le dediqué unos cuantos artículos, pero se me quedaba corto. La libertad que te da una novela es la que permite que funcione el acercamiento a su figura desde otro sitio que no sea el estudio de su obra o de su figura”, plantea.
Hacia 2001, cuando Bonilla residía en Roma y estudiaba a los futuristas italianos, “con los que futuristas rusos estaban en guerra, me di cuenta de que la única manera de llegar de veras a Maiakovski era convirtiéndolo en personaje”.
Del movimiento futurista ruso resalta su “ambición de convertirlo todo en arte y poesía. Es una idea suicida que no puede funcionar y es muy juvenil, pero sigue siendo fresca. Es innegable que influyó, hasta llegar a hoy mismo, en cosas como el diseño y la escenografía”.
Hay muchos tipos de escritor, dice, y “cada cual debe decidir qué papel interpretar en el juego de la sociedad.
El de escritor es un oficio que “permite un abanico amplio de posibilidades. Una de las maravillas de la literatura es su multiplicidad de usos: hay quienes la utilizan para escapar de la realidad, otros para indagar en la realidad, hay quienes solo le piden entretenimiento y quienes le piden algo más”.
