El actor Jean-Paul Belmondo, con unas 80 películas a sus espaldas, hace retrospectiva por primera vez de su larga carrera en dos obras publicadas.
En Mille vies valent mieux qu’une (Mil vidas valen más que una), un libro de recuerdos repleto de anécdotas, y en el álbum de fotografías Belmondo par Belmondo.
Gran amante de las acrobacias, el actor se ha llegado a sentir un incomprendido, incluso de la crítica. “Si no hago algo de locos en una película [...], si no hago piruetas [...] no me quieren, me machacan”.
Una situación que le afectó especialmente cuando se estrenó La sirène du Mississippi (La sirena del Mississippi), de François Truffaut, de 1969. “No les gustaba serio”.
Recuerda su encuentro con el cineasta francosuizo Jean-Luc Godard. “Venga a mi habitación de hotel, grabaremos y le daré 50 mil francos”, le dijo Godard a Belmondo al cruzárselo por la calle. El actor llegó a dudar de la propuesta, procedente de un hombre con gafas de sol y marcado acento suizo. Al final, obtuvo el papel del joven bandido de À bout de Souffle (Sin aliento), que lo convertirá en leyenda.
También menciona su amistad con Alain Delon, otra gran figura del cine francés. “Somos el día y la noche. Pero desde nuestros primeros pasos, llevamos carreras paralelas en el cine: fuimos revelación el mismo año, 1960, compartimos directores, y a menudo interpretamos el papel de gánster u hombre solitario”.
