ROMA, ITALIA

En lo alto del Coliseo

En lo alto del Coliseo
En lo alto del Coliseo

Es el más grandioso anfiteatro de la Roma antigua y el símbolo de la majestuosa eternidad de la urbe. El emperador Vespasiano comenzó la construcción del Coliseo en el año 79 a.C., 15 años después de que las antiguas villas patricias que rodeaban el Circo Massimo fueran reducidas a cenizas por el sanguinario emperador Nerón para poder convertir la zona en un gran lago artificial que realzaba la Domus Aurea, su lujosísima residencia de oro.

Fue el hijo de Vespasiano, Tito, quien completó su ejecución con la cuarta y quinta filas de gradas, inaugurándolo en el año 80 a.C. con grandiosos fastos que duraron 100 días.

Pero la historia ha querido que la sublime edificación elíptica de 188 metros de largo por 150 de ancho no inmortalice a la dinastía Flavia, sus verdaderos mecenas. El Anfiteatro Flavio es mundialmente conocido con el nombre de Coliseo, que hace referencia a la colosal estatua de bronce que reproducía al mismísimo Nerón como el dios Sol. El cruel emperador la construyó para su palacio, pero a principios del siglo II Adriano la retiró de la Domus Aurea y la situó delante del anfiteatro, sobre una peana cuadrangular que todavía existe.

Ahora, tras una nueva restauración, el Coliseo abre al público, después de 40 años, los pisos más altos del Coliseo –levantados con el emperador Tito– desde donde saludaban enfervorizados a los gladiadores los romanos más pobres y las mujeres. “Estamos a 40 metros de altura sobre la arena. La vista es espectacular, pero es el peor sitio para disfrutar de los juegos porque se veían minúsculos. Sin embargo, para el turista es lugar privilegiado”, apunta la directora del Parco Arqueológico del Coliseo, Federica Galloni.

 

EL ÁTICO DEL COLISEO, AL DESCUBIERTO

El ático del Coliseo romano tenía asientos de madera, una galería cubierta reservada a las mujeres y estaba coronada por una terraza donde se ubicaban las clases más bajas de la sociedad, que permanecían de pie.

En lo alto del muro se aprecian todavía los huecos en los que se introducían las vigas de sostén del gran “velario”, un toldo inmenso que protegía del sol abrasador a los espectadores. El “velario” era maniobrado por una escuadra de la flota militar de Miseno, compuesta por 300 forzudos marineros.

En lo alto del Coliseo
En lo alto del Coliseo

Los arcos de la primera de las cinco plantas del Coliseo estaban numerados para permitir el acceso a los distintos sectores de la cávea, es decir, las gradas sobre las cuales se sentaban los espectadores.

En los extremos de los ejes de la elipsis se hallaban las cuatro entradas de honor que no estaban numeradas ya que estaban reservadas a los personajes de alto rango, como magistrados, miembros de los colegios religiosos o vestales.

Los juegos -gratuitos para todos- eran la representación gráfica de la jerárquica sociedad del Imperio romano, que se distribuía en orden decreciente de importancia desde abajo hasta arriba en el Coliseo.

El palco imperial se situaba en el extremo sur del eje menor y en él ocupaban plaza también los cónsules. En el extremo opuesto se sentaba el prefecto de la ciudad y otros magistrados. Las gradas más cerca de la arena estaban reservadas a los senadores y eran protegidas con una red metálica que tenía en lo alto colmillos de elefante para impedir que las fieras pudieran alcanzarlos con sus garras.

Durante las labores de restauración, que han costado en total 1 millón 418 mil euros (en torno a 1 millón 670 mil dólares) se han encontrado inscripciones en rojo en el mármol travertino. “Están siendo analizadas en el laboratorio, pero probablemente son señales que escribían los propios constructores para poder poner en orden los bloques de mármol que extraían de la cantera cercana ciudad de Tivoli”, explica Federica Galloni, directora del Parco Arqueológico del Coliseo.

Hasta octubre de 2011, los expertos no sabían que había pisos de mármol en el Coliseo porque estaban escondidos bajo una gruesa capa de tierra y césped. Por casualidad, un temporal de agua inundó buena parte de las cámaras y corredores subterráneos, dejando a la vista los mármoles.

A lo largo de estos 2,000 años de vida, el Coliseo ha sido objeto de numerosas restauraciones. Uno de los primeros fue el año 217 de nuestra era, cuando el emperador Alejandro Severo restauró el edificio tras los daños de un incendio provocado por un rayo. Otras restauraciones fueron necesarias tras el violento terremoto de 1349 que provocó parte de su derrumbe. Sin embargo, el monumento más visitado de Roma resiste estoico a los movimientos sísmicos.

“El Coliseo resiste bien a los terremotos. Hay instalado un sistema de monitoreo continuo y, por ejemplo, con los últimos temblores que asolaron el centro de Italia causando numerosas víctimas, no reportó ningún daño”, concluye Galloni.

Las visitas guiadas del ático del Coliseo comenzarán el 1 de noviembre.

 


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