Gorda, en cartelera en el Teatro La Estación hasta el 28 de octubre, es una obra inmensamente cruel. Escrita por uno de los más importantes dramaturgos norteamericanos de este siglo, Neil Labute, el texto de la obra pone en evidencia nuestros prejuicios y nos hace sentir incómodos sobre nuestra incapacidad de manejar las diferencias físicas entre seres humanos.
La historia de la obra es engañosamente simple. Tom (interpretado por Pablo Brunstein) y Elena (Natalie Harris) se conocen y se enamoran.
Él, atlético y apuesto, tiene cuentas románticas pendientes por saldar y un compañero de trabajo inusualmente chismoso con quien lidiar. Ella, una hermosa mujer que siempre ha sido “así, con carnita”, y es feliz con su cuerpo tal como es.
Cuando la relación comienza a enseriarse, las diferencias físicas entre ellos se tornan incómodas y empañan la posibilidad de que el amor sea todo lo que una pareja necesita para ser feliz.
Pero el texto de Labute no es una versión más de Betty La Fea. La obra teje chistes y situaciones sobre el tamaño del cuerpo de Elena que bordean en lo cruel y hasta sádico.
¿Quién dijo que vinimos a esta tierra para ser agradables?, nos dice el colega chismoso de Tom (Luis Gustavo Macías), dándonos permiso para reírnos más alto y con más ganas mientras los chistes se vuelven más crueles.
Quizá para alivianar la crudeza del texto, esta puesta en escena apuesta por toques melodramáticos.
El diseño de luces enfatiza innecesariamente monólogos y pausas que rompen con el ritmo mordaz del texto.
La relación entre Tom y su compañero de trabajo sigue el patrón de la mayoría de las obras de Labute, explorando la evolución de la masculinidad a principios del siglo veintiuno. Pero entre Pablo Brunstein y Luis Gustavo Macías, esta dinámica no pasa de ser un mero recurso cómico.
Sin embargo, esta propuesta de Gorda es un triunfo en muchos otros sentidos. Para que la obra funcione, debe crearse y sentirse una química extraordinaria entre Elena y Tom. El director de la obra, Gabriel Pérez Matteo, explota la evidente compatibilidad entre Natalie Harris y Pablo Brunstein para poblar las primeras escenas de la obra de miradas sugerentes, suspiros largos y pausas cargadas que nos hacen vivir segundo a segundo el desarrollo de la conexión emocional de esta pareja.
Pablo Brunstein le brinda una gran gama de matices a un Tom que aún no ha descubierto quién es en realidad. Como actor, Pablo no solo posee gran presencia escénica, sino que también sabe cómo usar pausas y silencios para crear espacios para que los otros actores brillen junto a él.
Pero, sin duda, la obra pertenece a Natalie Harris. La labor de crear e interpretar este personaje debe ser difícil. Por una parte, el público debe sentir su felicidad, independencia y sensualidad. Pero al mismo tiempo, la actriz debe mostrar una inmensa vulnerabilidad para que nos riamos sin remordimientos de todos los chistes y prejuicios sobre el tamaño de su cuerpo.
Natalie Harris hace todo eso y más: nos regala una de las interpretaciones más humanas que he visto este año. Quizá su proyección de voz esté modulada para la televisión, pero la energía y complejidad que le brinda a su personaje llega con gran fuerza hasta la última fila.
En el segundo acto, cuando el volumen de las carcajadas del público, incluyéndome, aumentaba, la fragilidad de Elena fue tan abrumante que paré en seco y me pregunté, ¿por qué me estoy riendo de tanta crueldad?
Gorda es una obra inteligente y compleja que nos hace ver cómo hemos sido apresados por la crueldad de nuestro muy limitado concepto de la belleza y lo normal.
Julieta Tomacelli acompaña a Harris, Brunstein y Macías dentro del elenco de Gorda.

