Durante la última cena de maridaje celebrada entre la bodega Concha y Toro y Felipe Motta e Hijo, quienes la representan en Panamá, y el chef Willy Diggelman y su restaurante 1985, se probaron tres cosechas de Don Melchor, una del Chardonnay Amelia y otra de un exquisito vino de vendimia tardía, que se sirvió con el postre. Don Melchor es uno de los vinos más emblemáticos de Sudamérica. A su cargo, desde su incepción, ha estado el enólogo chileno Enrique Tirado, quien ha nutrido y celado a su criatura. Don Melchor proviene de siete parcelas en lo que se llama “el cajón” del valle del Maipo, en Puente Alto, a algunos kilómetros de la capital chilena. Su suelo pedregoso, el viento frío que baja de los Andes y el clima cálido del valle crean condiciones espectaculares para un vino de alcurnia. Si se podría indicar una sola característica sobresaliente de este Cabernet Sauvignon, sería su aroma un poco mentolado. No falla su percepción. Luego, cada año, Tirado elige los caldos de las seis parcelas de Cabernet Sauvignon que entrarán en la mezcla y, de ser necesario, añade de la séptima, de Cabernet Franc, si concuerda con su visión para la añada.
En la velada disfrutamos de tres cosechas: 1998, tersa y suave, tras haber meditado en barrica durante más de una década, este vino lo probé hace varios años. 1998 trajo el fenómeno del Niño y produjo un néctar achocolatado, con toques de café, mentol, regaliz y tabaco, que la guarda ha suavizado y dotado de sabores de ciruelas maduras, moras y vainilla. Aunque las principales publicaciones le dieron un puntaje de ochenta y tantos puntos altos, se considera un triunfo para la bodega, siendo uno de sus primeros grandes esfuerzos.
La cosecha de 2004, que probé en 2007, ya era sedosa en garganta, y ha sido un deleite con frutos rojos, ciruelas negras, cassis, tabaco y cedro. Ganó puntajes de noventa y tantos con Wine Enthusiast, Wine and Sprits, Wine Spectator y Parker. El último Don Melchor no lo había probado antes. Es la cosecha de 2009, y Wine Spectator lo calificó con 94 puntos, baja sedoso por boca, mas conserva el brío y la fruta, especialmente de grosellas negras, moras, chocolate, y ese posgusto mentolado inconfundible, nacido en el cajón del Maipo.