¿Es posible despedir a la realeza? La renuncia del príncipe Andrés del Reino Unido a sus funciones públicas después de una desastrosa entrevista televisiva sobre su amistad con el agresor sexual Jeffrey Epstein, no significa renunciar a todo.
El rey de Suecia, por ejemplo, hace poco despojó a cinco intachables nietos de su condición de alteza real. Esa es una buena práctica en una época en que las monarquías son esencialmente representantes de una marca, no gobernantes.
En un artículo de 2006, John Balmer, de la Bradford School of Management, en el Reino Unido; Stephen A. Greyser, de la Universidad de Harvard; y Mats Urde, de la Universidad de Lund, en Suecia, sostuvieron que las monarquías constitucionales de Europa funcionan como marcas corporativas. Eso tiene sentido. En Suecia, los monarcas tienen mucho poder constitucional y el rey, en teoría, podría vetar cualquier ley y elegir a los primeros ministros más o menos a voluntad, pero eso simplemente ya no sucede. Quizás el único monarca que desempeña un papel político activo es el rey de Bélgica, que constantemente tiene que presionar a los partidos de dos de las tres regiones casi independientes en que se divide el país para que formen gobiernos juntos.
Al mismo tiempo, las monarquías tienen un valor para las naciones a las que sirven, que puede expresarse en términos financieros.
En 2017, la compañía Brand Finance Plc intentó calcular ese valor para la monarquía de Gran Bretaña y lo estimó en 67 mil 500 millones de libras (87 mil 400 millones de dólares).
Los activos tangibles de la familia real representaron 25 mil 500 millones de eso. El resto correspondía al valor neto actual de los ingresos que la Corona genera, o supuestamente genera, para el Reino Unido: ventas adicionales logradas con la ayuda de royal warrants, o autorizaciones reales, (que califican a las compañías como proveedores de la corte) y varios otros patrocinios reales, ingresos adicionales por turismo, incluso las tramas y argumentos que la monarquía ofrece a las industrias del cine y la literatura y las noticias que genera.
Brand Finance calculó que todas estas contribuciones representan un valor de mil 800 millones de libras al año (2 mil 308 millones de dólares). Comparado con eso, el costo de la monarquía —82.2 millones de libras (105 millones de dólares) en el último año financiero— no parece excesivo. Si la monarquía fuera un negocio con tantos empleados como miembros de la familia real, que actualmente corresponden a dos docenas de personas, sería un costo de compensación muy bajo.
Sin embargo, la monarquía británica se encuentra entre las más caras de Europa desde el punto de vista de los contribuyentes. No es posible estar muy seguro de eso, porque los costos oficiales de las familias reales casi nunca están completos. Hace unos años, un importante diario noruego calculó que la monarquía tiene un costo anual para Noruega de 55 millones de dólares, casi el doble de lo que se informó, debido a la seguridad oculta y otros costos.
En los Países Bajos, el presupuesto anual oficial de la monarquía es de aproximadamente 66 millones de dólares, pero algunas estimaciones de su costo total han alcanzado los 385 millones de dólares al año.
Sin embargo, si se comparan solo las cifras oficiales, la asignación de presupuesto anual más reciente de la familia real británica es 15 veces mayor que la familia real de Suecia, que se las arregla con unos 7 millones de dólares al año. Algunos suecos consideran que incluso esto es demasiado y, en respuesta a esa percepción, el rey Carlos XVI Gustavo retiró el mes pasado a los dos hijos del príncipe Carlos Felipe y los tres hijos de la princesa Magdalena de la lista de miembros de la familia real, que tienen derecho a un salario proveniente de los fondos de los contribuyentes para desempeñar funciones oficiales.
En su artículo, Balmer, Greyser y Urde escribieron sobre las cinco “R” que son esenciales para la marca de una Corona: Royal, Regal, Relevant, Responsive y Respected (esto es, real, majestuoso, relevante, receptivo y respetado). De esas cinco, solo la primera se aplica al príncipe Andrés: es de la realeza por nacimiento.

