Un arte que cuestiona

Un arte que cuestiona
La cámara de Amir Escandari los deja hablar y crear, no pregunta, ni cuestiona sus actos, los deja ser, en medio de un blanco y negro dramático y opresivo. CORTESÍA

Sao Paulo es la típica ciudad de América Latina donde los contrastes sociales son brutales. Mientras hay edificios enormes y exclusivos, existen barriadas marginales donde la violencia y la pobreza son dueñas de la escena.

Durante las noches, en silencio y con destreza gimnástica, aparecen por los inmuebles de lujo los pixadores, artistas que pintan las paredes ajenas como una forma de protestar por lo poco que tienen ellos y lo mucho que tienen los demás.

¿Arte urbano? ¿Acto vandálico? Eso explora el documental Pixadores (Finlandia), de Amir Escandari, que se proyecta durante el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá).

“Los pixadores son odiados por la sociedad y no los comprenden. Después de ver tantas cosas y experimentar varios momentos con ellos me sentí obligado a contar su historia”, resume Escandari de manera exclusiva a La Prensa.

“Sao Paulo es como una selva; es una jungla de asfalto. La gente no se sube a los árboles, sube a los edificios altos. No navega en las olas, pero navega en la parte superior de los trenes. La ciudad tiene un ambiente y una energía única”, agrega este creador que nació en Teherán, se crió en Finlandia y estudió dirección de cine en la Universidad de Gales.

Rodar esta película fue “una aventura que nunca olvidaré”. El tema del grafiti le llamaba poderosamente la atención. Como deseaba saber más, dejó la confortable Finlandia y se trasladó durante un mes a Sao Paulo para ver esa acción en directo.

Luego hizo las gestiones del caso para entrevistarse con uno de los líderes de los pixadores, conocido como Cripta Djan, y a través de él filmó a estos artistas entre 2010 y 2013.

Sintió la imperiosa necesidad de contar la forma de trabajar de cuatro pixadores desde las primeras etapas de su peculiar manifestación artística, así como retratar los barrios pobres donde residían y su interacción con sus familias.

“Fue un reto encontrarlos y para ser aceptado. También porque no hablo su idioma era difícil conseguir su confianza”, dice.

En Brasil, hay jóvenes que “arriesgan sus vidas haciendo grafitis. Para ellos, el grafiti es una herramienta o un arma para hacer la guerra contra las desigualdades sociales y económicas. De esa manera luchan contra lo establecido. Por supuesto que violan la ley. Por eso existe el grafiti, y por eso es tan eficaz, porque es transgresor”.

Todavía está en contacto con Cripta Djan y el resto de los pixadores. “Me dicen lo que está pasando. Todavía quiero saber qué está pasando en sus vidas y la esperanza de volver a verlos”.

Hasta ahora su película “ha sido rechazada por todos los festivales de cine de Brasil. Algunos dicen que es políticamente muy sensible en este momento”.

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