Año 1917. Mientras Europa se desangra en los horrores de la I Guerra Mundial, Egon Schiele pinta en su estudio de Viena un ícono del erotismo y la belleza como es “Mujer tumbada”. Pese a la guerra, el arte no se detiene.
Ese es el argumento de la exposición “Arte pese a todo”, que el Museo Leopold de Viena presentó ayer con el centenario del estallido de la Gran Guerra de fondo y en la que muestra 280 objetos hasta el 15 de septiembre para explicar cómo la guerra no solo no acabó con la producción artística, sino también cómo influyó en ella.
Si el inicio del conflicto en 1914 cogió al entonces Imperio Austro-Húngaro en plena decadencia, en lo artístico Viena era un epicentro de creatividad, dominado por gente como Egon Schiele, Oskar Kokoschka y Gustav Klimt.
La exposición del Leopold muestra “Muerte y Vida” de Gustav Klimt, terminado en 1910, pero que el pintor retocó en 1915, haciéndolo más oscuro y añadiendo ornamentos, como las cruces en el manto de la muerte, que pueden identificarse como una mención a los cementerios que la guerra contribuyó a llenar.
Kokoschka se representa con imágenes captadas durante su estancia en el frente, y también en la posguerra.
