El azul es un color noble. Se le vincula con la espiritualidad. Es una tonalidad representativa de la aristocracia y se le asocia con el mar y el cielo.
Desde los antiguos egipcios hasta los deportistas contemporáneos, todos encuentran en esta cromática una cualidad bienhechora que aporta fidelidad y sosiego a quien la lleve.
En el ámbito gastronómico, las mismas propiedades podrían atribuirse a los tés, donde la variedad oolong, también conocida como té azul, comienza a ganar terreno entre los aficionados de esta bebida.
Algunas personalidades de la televisión estadounidense, como Oprah Winfrey y Rachel Ray, son bebedoras habituales de este té.
“El té azul es una clasificación específica de un té semifermentado”, explica Javier Suárez, propietario de la casa de té Kakoi.
Proviene de la planta asiática camellia sinensis, que se somete a procesos de fermentación y oxidación, de donde se obtienen distintas variedades, como el té blanco, oolong, té verde, negro y pu erh, continúa el experto.
Según Suárez, el té azul, por tener un proceso de semifermentación, “se encuentra en un punto intermedio entre el té verde y el negro”, dice el dueño de Kakoi, quien detalla que el té negro es muy fermentado, mientras que el verde tiene un proceso de oxidación más suave.
Lo anterior convierte al oolong en una gama que, dependiendo de sus cualidades, ya sean más parecidas a las propiedades del té negro o, por el contrario, a las del verde, destaca diversas otras variedades.
El oolong se originó en China, probablemente hace más de 400 años. Su popularidad en Oriente es bastante amplia, a diferencia de Occidente, en donde su consumo es apenas del 1%, según un artículo publicado por la BBC.
Suárez explica que su sabor varía de acuerdo con la gama que se consuma. Sin embargo, es posible encontrar tonalidades en su aroma, “a flores o perfumados”, dice.
Asimismo, sus propiedades permutan, según la variedad que elija tomar.

