Tras décadas de actuaciones tan ruidosas como exuberantes, los artistas callejeros de una popular calle del norte de Hong Kong ofrecieron el domingo por la noche, su último número, forzados al silencio por los vecinos.
Hacía casi 20 años, bajo las luces de neón del barrio de Mongkok, en la parte continental de Hong Kong, que cantantes de karaoke, imitadores, acróbatas y otros saltimbanquis animaban la calle Sai Yeung Choi Street South, generalmente cerrada al tráfico.
Es más o menos el mismo tiempo que los vecinos venían quejándose de la música estridente que emitían los altavoces y de los gritos de entusiasmo o de consternación del público ante falsos Michael Jackson o cantantes que interpretaban los grandes éxitos del pop local.
Durante los primeros seis meses del año interpusieron 320 denuncias por alteración del orden público.
Según los medios locales, algún año llegó a haber hasta 1,200. En mayo, el consejo municipal cedió a las presiones y decidió que a partir del 4 de agosto, reabriría la calle permanentemente a la circulación.
La decisión es un alivio para el vecindario, pero también despierta preocupación entre los que temen que la autoridades estén acabando con la cultura callejera de Hong Kong por un exceso de regulación.
En febrero de 2016, durante el Año Nuevo chino, los esfuerzos de las autoridades para sacar a los vendedores callejeros de comida de este mismo barrio densamente poblado suscitó manifestaciones de apoyo.
Todo ello degeneró en un movimiento de cólera contra las autoridades de Pekín y Hong Kong, así como graves enfrentamientos en las calles.

