A primera vista la célebre Torre de Pisa, uno de los monumentos más visitados de Italia, domina las colinas de la Toscana, pero de cerca se ve que está cada vez menos inclinada gracias al trabajo de un comité internacional del ingeniero Michele Jamiolkowski.
La torre, de unos 58 metros de altura y 14 mil toneladas de peso, comenzó a inclinarse tras el inicio de su construcción, en 1173, por la debilidad de los cimientos y al terreno maleable.
Famosa en todo el mundo por su forma, se temía que la torre llegara a derrumbarse. Pero el Gobierno italiano creó hace 30 años una comisión internacional de expertos y emprendió una campaña de trabajos de consolidación.
El hermoso monumento de mármol, declarado en 1987 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, tuvo que permanecer cerrado al público durante 11 años, entre 1990 y 2001, para frenar ese fenómeno, debido a que la inclinación llegaba hasta los 4.5 metros con respecto a la vertical.
Bajo la supervisión de un comité internacional encabezado por el ingeniero Michele Jamiolkowski, la torre logró enderezarse rápidamente de 41 centímetros con respecto a la vertical, a la que se sumaron otros 4 centímetros, según medidas anunciadas recientemente, un éxito para la ingeniería.
“La torre tiende a deformarse y a reducir su inclinación en verano, cuando hace calor, porque se inclina hacia el sur, de modo que la cara sur se calienta y la piedra se dilata. Al dilatarse se endereza”, explicó el profesor de ingeniería de la Universidad de Pisa Nunziante Squeglia.
“Nunca llegará a estar recta, eso es seguro”, dice el ingeniero Roberto Cela.

