Pocos sitios de la ciudad de Panamá son tan emblemáticos como el cerro Ancón. Esta elevación de 199 metros de altura, en cuya cima se encuentra esa enorme bandera panameña que ondea en el firmamento, es un importante símbolo de la panameñidad que nos recuerda la rica historia de esta urbe que se apresta a cumplir 500 años de fundación.
Pero su valor no es meramente histórico, pues también es una de las joyas del abundante tesoro natural panameño.
Y es precisamente por su doble significación como ícono de la historia y la naturaleza, que fue declarado “Área Protegida y Reserva Natural del Distrito de Panamá”, mediante acuerdo municipal el 31 de julio de 2001; y “Patrimonio Histórico de la Nacionalidad Panameña”, mediante Decreto Ejecutivo Nº 104 el 22 de octubre de 2003.
La celebración de los 500 años de fundación de la ciudad de Panamá nos propone una coyuntura maravillosa para repasar su historia.
Y recordar, por ejemplo, que aunque hoy podemos recorrer libremente su sendero boscoso, durante 75 años los panameños no pudimos acceder a él para disfrutar de su verdor, ya que el cerro quedaba dentro de los linderos de la antigua Zona del Canal: el enclave colonial controlado por Estados Unidos hasta 1979.
Para la población de la época significó un gran dolor perder contacto con el centinela de la ciudad, como quedó plasmado en los versos del poema Al Cerro Ancón, escrito en 1906 por la poetisa Amelia Denis de Icaza.
Gracias a la firma de los tratados Torrijos-Carter en 1977, Panamá recuperó el control sobre los terrenos de la Zona del Canal, que fueron revirtiendo poco a poco al Estado panameño, hasta que culminó el proceso con la reversión del Canal de Panamá el 31 de diciembre de 1999.
Fue así como el 1 de octubre de 1979 ondeó por primera vez la bandera panameña en la cima del cerro Ancón.
Por eso hoy, esta elevación representa un símbolo de nuestra soberanía y es un testigo silente de varios hitos históricos que componen la lucha nacionalista de los panameños por la recuperación del Canal interoceánico.
Y para conocer la riqueza natural de esta área protegida, basta con ascender por el acceso peatonal hasta la cima. El recorrido ofrece una grata experiencia por el bosque y la fauna silvestre que lo habita y que lo convierten en un oasis en medio del tráfico vehicular.
En el bosque secundario regenerado del cerro pueden encontrarse más de 260 especies de flora; así como unas 70 especies de animales salvajes, por lo que puede observarse a perezosos, armadillos, coatíes, tucanes y venados viviendo en su ambiente natural.
Y ya arriba, se puede aprovechar para admirar una de las mejores vistas de Panamá, que brinda un pantallazo de los distintos aspectos que componen el paisaje urbano: el contraste entre el Casco Antiguo y la ciudad moderna, el puerto en la desembocadura del Canal de Panamá y los populosos barrios del centro.
Ahora que todos podemos disfrutar libremente de esta suerte de isla verde que se yergue en medio de la ciudad, sobran motivos para cada tanto programar una visita al cerro Ancón y recorrer su sendero cargado de significación histórica y tesoros naturales.
Apropiarse a puro goce del vigía de la ciudad y llegar hasta la cima para contemplar la urbe en que vivimos. Y ya estando ahí, reflexionar sobre nuestra identidad y los hechos importantes que componen nuestra historia.
Al calor de los 500 años de fundación de la ciudad de Panamá, sería una linda forma de rendirle tributo a todos esos panameños que, durante muchos años, jamás pudieron subir el cerro y gozar de esta experiencia.
La autora es especialista en comunicaciones para la conmemoración de los 500 años de la ciudad de Panamá

