Ellos ensayan todos los días, esculpen sus cuerpos y dominan la flexibilidad vital para desempeñarse en el ballet.
Solieh Samudio, Iván Herazo, Edgar Santamaría y Yahir Castro son parte de los 10 varones dentro del Ballet Nacional de Panamá, instituido el 22 de agosto de 1972.
Bailarines panameños que por estos tiempos han redimido la esencia original de la disciplina que vio la luz en la Francia de Louis XVI, llamado el rey Sol y quien profesionalizara el ballet en 1661, un arte dominado en principio por los hombres.
“Puede que vernos usando mallas haga levantar el ceño a cualquiera”, reconoce el primer bailarín de la compañía (líder del grupo), Solieh Samudio, de 25 años, sobre su vestimenta apta para ejecutar el fouetté en tournant (giro de batida), pero “la danza, como lo cuenta la historia, está más asociada a los varones y no debería ser objeto de polémica”.
Samudio lo comenta consciente de que, en muchas ocasiones, la danza varonil es objeto de estereotipos fuera de la academia y algunos padres reniegan de que sus hijos la ejerzan o se sientan atraídos por ella.
Para Gloria Barrios, directora ejecutiva del Ballet Nacional de Panamá, la presencia de los varones en la compañía dancística tiene un sentido profesional.
“La danza requiere de mucha fuerza, músculos, ímpetu y eso lo pueden demostrar los varones (...) Ellos son responsables en el escenario de las cargadas de las bailarinas, como ocurre habitualmente en la ejecución de la danza clásica y sus movimientos, contrastan bellamente con la delicadeza y femineidad de las bailarinas”, argumenta.
La compañía tendrá presentaciones de gala este 15 y 16 de septiembre en el teatro Balboa desde las 8:00 p.m. por sus 43 años de fundación, y su directiva siente regocijo de que por primera vez el talento de los varones esté a merced del ballet adscrito al Instituto Nacional de Cultura, y el número de miembros haya aumentado, alcanzando la cifra de 10, la mayor registrada en la historia del Ballet Nacional.
