Marie-Josée Diantete, una auxiliar de enfermería francesa de origen congoleño, retomó su primera pasión descubierta en Kinshasa: la costura, para “devolverle la dignidad” a los ancianos dependientes.
Inclinada sobre su máquina de coser con una cinta métrica alrededor del cuello, termina un pantalón con un bolsillo grande en cada pernera y botones para abrirlos. Ese modelo un tanto extraño, fruto de su imaginación, es un pedido de una residencia de ancianos.
Los bolsillos esconden sondas urinarias que ya no tienen que dejarse en el suelo o en una bolsa.
“Intento adaptar mi ropa a la morfología de las personas, está hecha a medida en función de las patologías”, explica la costurera quincuagenaria.
La idea surgió hace unos años en la residencia de ancianos donde trabajaba, cuando la hija de una residente le pidió que hiciera un vestido “práctico y bonito” para su madre. En octubre de 2017 lanzó su propia marca, “Marie Ange & Flory”, el nombre de sus hijas, que la ayudan con los aspectos administrativos.