Los preparativos de papá Noel en su “pueblo”, situado en los confines del norte de Finlandia, son más austeros que nunca, ya que la Covid-19 ha impedido la llegada de turistas extranjeros.
Detrás de una pantalla de plexiglás destinada a protegerlo -¡incluso él!- de los gérmenes de los visitantes, el hombre en rojo y blanco dice que 2020 será para él y para sus renos un año aciago.
“Ha sido un año excepcionalmente difícil”, reconoce desde su caverna de Rovianiemi, en Laponia finlandesa, bajo el círculo polar.
“Este año, la gente me ha pedido sobre todo felicidad, salud...”, aunque los niños siguen pidiendo juguetes, explica este famoso barbudo.
Debido a las restricciones, el parque de atracciones del “Pueblo de Papá Noel”, su residencia oficial, ha visto cómo las multitudes de otros años se han reducido a un pequeño número de intrépidos. Unas decenas de personas, casi tantas como el número de empleados, visitan este paraje nevado.
“Normalmente habría miles de personas, pero estamos globalmente solos”, constata Teppo Karjalainen, llegado del sur de Finlandia con su esposa y sus dos hijos.
Finlandia se ha cerrado a los viajes no esenciales y los vuelos chárter por tres días autorizados excepcionalmente para salvar la temporada no han traído a muchos extranjeros. En 2019, los turistas pasaron 2.9 millones de noches de hotel en Laponia.
