La periodista Soraya Bayuelo Castellar recuerda que en la región de los Montes de María (Caribe colombiano) los combates se habían quedado con la tranquilidad de los hogares y de los espacios públicos.
Ella, y otros más, se cansaron de esta situación que había convertido a su comunidad en una cárcel, y comenzaron a hacer diversas actividades culturales hasta ciertas horas prudentes de la noche.
“Durante la guerra no se podía hablar, tampoco bailar, ni siquiera ir a la escuela. La guerra nos metió en el silencio y descubrimos que los libros, el arte y las películas nos podían decir cosas, nos podían ayudar a tenerle confianza al otro y a seguir adelante”, indica Bayuelo Castellar, responsable de contenidos del Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María.
FORMAS
Hay que comenzar un período para conocerse otra vez, “para acostumbrarnos los unos a los otros. Hay que buscar las similitudes entre las diferencias”, agrega por su lado la profesora y filósofa Ángela Calvo.
Para ello, opina Calvo, hay que darle espacio a la memoria, a la historia y a escribir sobre ese pasado para no olvidarlo, para entenderlo y para que lo conozcan las generaciones que nazcan en tiempos de una paz plena.
“Es importante el testimonio de las experiencias vividas. Esto sirve para reflexionar y compartir”, dice Calvo.
“Hay que conversar sobre lo ocurrido desde lo íntimo y desde lo más personal. Hay que preguntarse quiénes somos” y qué papel jugó cada individuo dentro del conflicto armado, y más tarde, pensar y escribir sobre eso, añade por su parte María Emma Wills, que forma parte de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.
Vera Grabe Loewenherz , una de las fundadoras de la guerrilla del M-19, opina que el conflicto armado debe aparecer en los libros de historia y eso no ocurre hoy día. “Nuestra educación es débil en ese sentido. Ocultar la violencia no ayuda. La historia nos ayuda a tener identidad y debe ser algo más que fechas, que debe colaborar a responder quiénes somos y qué hicimos”.
SIN VERDADES ABSOLUTAS
Se trata de buscar “mi voz dentro de otras voces”, indica Wills, quien ve necesario hablar con el otro que no opina igual que yo y escucharlo luego, y que después él haga lo mismo con los demás.
“Estas exigencias se tienen que dar en la sociedad colombiana y eso se logra con autonomía. Primero, uno tiene que saber quién es, sin olvidar el respeto hacia los otros. Segundo, hay que escuchar a las víctimas y sus reclamos, no hay que censurar a nadie. La memoria de todos tiene su valor”, anota Wills.
“Se trata de contar desde la memoria y la identidad, para así hacer futuro. No es opinar o juzgar al otro. Es ver la historia desde los distintos lugares del conflicto armado. Es reconstruir hecho por hecho para saber qué pasó”, plantea Ángela Calvo, quien es docente desde 1981.
“Hay que aprender a vivir con lo que somos. Hay que aprender a convivir con nuestros demonios. El diálogo es hablar sabiendo lo que hemos hecho. Recordar que la vida está llena de dilemas y que hemos cometido errores y hemos logrado aciertos. Hay gestos heróicos en medio de la guerra. Nada de verdades oficiales, porque eso no abre la puerta hacia la paz”, resalta María Emma Wills, quien tiene un máster en Ciencia Política de la Universidad de Montreal, Canadá, y un PhD en la Universidad de Texas, Estados Unidos.
Anota Wills que no hay una verdad verdadera. “Hay criterios de verdad porque la historia está llena de complejidad. No podemos ver a los otros como el enemigo, quizás como adversarios. Debemos recordar que pertenecemos a la misma familia humana”.

