La pandemia por la Covid-19 golpeó a muchas industrias a nivel mundial, quizás entre las más afectadas estuvieron las salas de cine que por largo tiempo se mantuvieron cerradas. No sería exagerado decir que, irónicamente, después de tantas películas de superhéroes que pasaron por sus pantallas, los dueños de salas más que nunca necesitaban un héroe.
Aunque algunas grandes producciones lo intentaron, como Tenet (Christopher Nolan - The Dark Knight trilogy) o Wonder Woman 1984 (Patty Jenkins - Monster) poco pudieron hacer ante la baja asistencia y la mala recepción de la crítica. Pero a diferencias de las películas donde el salvador del mundo proviene de Estados Unidos, en la vida real el héroe de los cines provino de Japón.

La película Kimetsu no yaiba: Mugen Ressha-hen, que continúa la historia del anime Kimetsu no yaiba que se estrenó en 2019 y que a su vez se desprende del manga homónimo (2016), hizo lo que otras grandes producciones no pudieron: estimular la taquilla de las salas a nivel mundial. Una hazaña que se veía venir desde su tierra natal, donde rápidamente se convirtió en la película más taquillera de la historia del país nipón desde su estreno en octubre de 2020.
Su recaudación hasta la fecha solo en Japón es de más de 39 mil 720 millones de yenes (alrededor de 370 millones de dólares) superando hasta la entonces imbatible El viaje de Chihiro (2001) que tenía el récord de unos 30 mil yenes ( aproximadamente unos 229 millones de dólares).
Para su estreno en Estados Unidos en abril de 2021, solo el primer fin de semana recaudó 22 millones de dólares. Y hasta la fecha las ganancias sondean los 477 mil millones a nivel mundial.
Sinopsis Kimetsu no yaiba
Durante la Era Taisho (Japón - 1912 a 1926), el joven Tanjiro Kamado pierde a su familia a manos de demonios y su hermana se convierte en uno de ellos. Desde ese día se embarca en la misión de regresar a su hermana a la normalidad y convertirse en un cazador de demonios para matar a Muzan, el líder de estas entidades malignas.
Al cine a pesar del miedo
Y no es que la Covid-19 haya desaparecido de la mente de los asistentes, pero como se viene diciendo desde los inicios de esta pandemia: es una nueva normalidad. “Sinceramente ir a ver la película al cine me dio tanto temor como subirme al metro o al metrobús. El miedo es constante en cualquier actividad donde salga de mi casa. Así que miedo como tal me parece que es el mismo con el que se vive constantemente en contexto de esta pandemia”, explica Marian Gutiérrez, quien asistió a las salas panameñas motivada por el estreno de Kimetsu no yaiba: el tren infinito, como se conoce a la cinta en latinoamérica.
Aunque la tecnología ofrece alternativas para ver películas en casa, Gutiérrez piensa que no es la misma experiencia. “Evité la piratería, porque decían que la animación era increíble y realmente tiene una animación asombrosa. Vale la pena ir a verla al cine. Además ver una película en el cine es una experiencia irremplazable, que no se compara con el streaming o piratería, etc, no es lo mismo. Y esta película fue hecha para cines”.
Pero no solo la parte técnica de la cinta es valorada para ella, Gutiérrez piensa que “es bueno que la gente haya abierto, y abra, su mente para ver algo diferente y que tiene tanta calidad como cualquier otra película”.

El anime en el cine
Para el Dr. en Comunicación Audiovisual y Publicidad, Rolando José Rodríguez, la subestimación de las películas de anime se debe a varias razones. “Primero que todo el anime y el manga es un producto japonés hecho por japoneses para japoneses, en ningún momento se sientan a pensar si lo que crean funcionará a nivel internacional. Los fanáticos del anime son usualmente personas con una familiaridad previa al tema, por lo cual están más dispuestos a ver películas o series japonesas sin ningún sesgo. Lo que no sucede con el espectador casual, que ante la opción de ver una película animada —todavía considerado un entretenimiento infantil— y una con actores, elegirá la segunda. Si la película además requiere de un conocimiento previo de una trama específica, se hace evidente que el público dispuesto a verla será aún más especializado”.
Pero con cada contra hay un pro, y en el caso de las películas animadas Rodríguez resalta el tema de costos de realización. “La película ha generado en taquilla poco más de 400 millones de dólares, ¿pero cuánto costó hacerla? Si esa hubiese sido la taquilla de Avengers: Endgame, cuya producción fue arriba de los 350 millones, hubiese sido un fracaso”. Rodríguez también le suma que las películas de animación “pueden tener secuencias casi imposibles de hacer o muy costosas en la vida real”.
Y es que el anime en general se ha convertido desde hace casi 60 años en un rentable negocio y fuerte atracción para los foráneos que llegan a Japón atraídos por personajes de papel que nada le envidian a los de carne y hueso.


