En un libro muy denso pero sorprendentemente delicioso, Empires of the Word. A Language History of the World, que tendría que traducirse al español, Nicholas Ostler, profesor inglés, propone la singladura de muchas lenguas por el orbe. No son sólo las lenguas indoeuropeas (que, según su nombre indica, se extienden desde la India hasta Europa) las que toma en cuenta sino que también se interesa por otras, las amerindias, por ejemplo. Ostler se refiere al quechua o quichua, lengua del imperio incaico, o el mapudungún o araucano. El quechua se habla en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, y el mapudungún se oye en la Argentina y en Chile. En todos estos países también se hablan otras lenguas originarias de América.
El historiador recorre el serpenteante trayecto del ruso, idioma emparentado con el ucraniano y el bielorruso por su alfabeto (utilizan el cirílico) e historia. Las tres son lenguas eslavas, tal como lo son el búlgaro, el checo, el croata y el polaco. Característico de estas lenguas del este de Europa es que, como el latín, tienen declinaciones, pues presentan el nominativo, acusativo, genitivo, dativo, instrumental, locativo y vocativo. Como el inglés, distinguen tres géneros, el masculino, el femenino y el neutro (recuérdese he, she, it). Y, como el árabe o el griego clásicos, se les reconoce tres números para el sustantivo, el singular, el dual y el plural. Se caracterizan también, en la pronunciación, por las palatales, es decir, sonidos como los representados por la sh del inglés, ch del francés o sci del italiano.
Lope de Vega, autor de los siglos de oro de la literatura española, escribió, entre otras obras teatrales, El gran duque de Moscovia y emperador perseguido, cuyo personaje Juan Basilio, duque de Moscovia, hablaría una lengua eslava.
La vida es sueño, seguramente la pieza más famosa de Calderón de la Barca, se desarrolla en Polonia, con Segismundo, el protagonista, Basilio, su padre, rey de Polonia, y Astolfo, duque de Moscovia, entre otros personajes. Se entiende, entonces, que hablarían polaco.
De las lenguas eslavas, la lengua rusa es la que más se ha extendido, y es de las diez lenguas más habladas en el mundo hoy, que son, en este orden, el chino mandarín, el inglés, el hindi, el español, el ruso, el bengalí, el portugués, el alemán, el francés y el japonés. (El inglés es lengua franca mundial, y millones lo hablan como lengua segunda. El español tuvo una gran época de expansión en los siglos XVI y XVII y hoy va sumando hablantes por todo el mundo. El portugués se reparte por Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Portugal, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental. El francés se extiende por la llamada francofonía).
Según escribe Ostler, de las lenguas indoeuropeas que se esparcieron por el mundo, el ruso conserva un dudoso privilegio: “Su dominio no se extendió mediante expediciones marítimas, sino sobre todo mediante campañas militares por tierra; de ahí que haya llegado a ocupar zonas en una vasta franja contigua al sur y al este de su patria de origen en la llanura del norte de Europa. Sus límites no fueron ampliados en su mayor parte por comerciantes o misioneros, sino por cosacos seminómadas, exploradores y militares; no por iniciativa, ni por el deber de ganar almas para Cristo, sino por razones de rapiña y para reforzar los intereses globales de su Estado.” Su uso decayó después del desmembramiento de la Unión Soviética. Sólo el tiempo dirá si vuelve a atraer más hablantes.
El autor es investigador lingüístico y literario.
