El año 1968 fue relevante para el cine de terror hecho en idioma inglés, porque se estrenó un grupo de títulos indispensables para comprender este género cinematográfico. Unos pronto, otros a un ritmo más lento, pasaron a ser objeto de culto por los admiradores de los sustos y los gritos.
El 15 de mayo apareció en los cines Witchfinder General (El Inquisidor), un drama de aventuras sobre Matthew Hopkins, uno de los cazadores de brujas más legendarios de Inglaterra, encarnado por Vincent Price y bajo la dirección de Michael Reeves, tomando como punto de partida una novela de Ronald Bassett.
El 12 de junio llegó a las salas Rosemary’s Baby (La semilla del diablo), en la que lo sobrenatural se desarrolla desde las reglas del drama psicológico. Es cuando el director Roman Polanski, que alcanzó la categoría de figura pública del entretenimiento, explora las posesiones y los exorcismos con una que otra crítica social. Por este filme Ruth Gordon obtuvo un premio Óscar y Polanski fue nominado por adaptar la obra de Ira Levin.
Mientras que el 1 de octubre debuta en unas pocas salas de Pittsburgh Night of the Living Dead (La noche de los muertos vivientes), ciudad donde se rodó este filme de bajo presupuesto y en blanco y negro.
Poco pasó, la verdad, al principio, aunque este título, escrito y realizado por George A. Romero ( que falleció el domingo pasado a la edad de 77 años), después adquirió fuerza cuando volvió en junio de 1969 a una mayor cantidad de espacios.
Aunque el verdadero valor de Night of the Living Dead fue que, a los años, se convirtió en una referencia e influencia para cineastas tan distintos como Tim Burton, Sam Raimi, Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, Tobe Hopper, Eli Roth, David Cronenberg y Guillermo Del Toro, entre otros.
VEA: El miedo a los muertos vivientes

