Después de las palabras de Martín Hernández, no te queda otra que escuchar con oídos atentos el cine.
Este caballero, que comenzó en la radio en su México natal como locutor y productor, te da las suficientes explicaciones del porqué son tan necesarios los diseñadores y los supervisores de sonido en el séptimo arte.
Olvídese de los diálogos y de la banda sonora, lo de Martín es recrear los otros sonidos que colaboran a darle atmósfera a un filme.
Por ejemplo, lo que se oye cuando se desenvaina una espada en Hellboy II o cuando una daga causa una herida en la piel humana en El laberinto del fauno, ambas de Guillermo del Toro y que fueron labores que hizo Hernández.
O bien, se aprovecha de la realidad concreta y se captura el palpitar de las ciudades como el tráfico vehicular y el paso de los trenes como hizo en Babel, de Alejandro González Iñárritu.
“No es cuestión de poner un sonido fuerte, sino el que le dé significado a la escena”, anota.
Imaginar que en cada segundo de una producción de 100 minutos o más hay más de un sonido por hacer, “me da la sensación de que nunca voy a acabar”.
Por lo general, tarda entre cuatro y cinco semanas en buscar y diseñar los sonidos de un largometraje.
Le enseñan las escenas, pero muchas veces sin parlamentos o música y los realizadores le dicen lo que quisieran escuchar en equis momento. Entonces, Hernández y su equipo se las ingenian para buscar cómo hacer lo pedido.
“Aunque nunca he tenido en la mano una catana, y por más que muchas veces los golpes son secos, debo darles textura”, indica Hernández, quien estuvo en Panamá esta semana promoviendo un aparato de teatro en casa de la empresa LG.
¿Que en la vida verdadera un disparo no suena con el estruendo que resuena en una sala de cine?
Pues sí, coincide Martín Hernández, pero explica que esa es precisamente la magia del cine, dar otra dimensión a esos hechos que un guionista pensó y luego un director trasladará a la pantalla grande.
Lamenta que en más de una sala de cine no esté del todo calibrado el sistema de sonido y que su trabajo no se aprecie por completo.
Que un sonido alto y uno bien definido son hechos diferentes, resalta.
