Rocas. Muchas. Una seguida de otra dibujando tímidamente lo que parece ser un sendero, o lo que queda de él, en medio de la selva del Parque Nacional Camino de Cruces.
Luis Puleio, explorador, conservacionista y custodio voluntario de los remanentes de las rutas coloniales de Panamá, no lo duda: se trata de un segmento semiexpuesto del Camino de Gorgona, una tercera vía terrestre establecida durante la colonización española, tras el Camino Real y Camino de Cruces, mucho más estudiados y documentados.
Puleio encabeza una pequeña expedición que recorre la ruta original de Gorgona, desde el Parque Nacional Camino de Cruces hasta las inmediaciones de Clayton, en la capital panameña.
Luego de unos 10 años investigando los caminos coloniales, Puleio ha participado en el redescubrimiento de numerosos tramos perdidos de las sendas empedradas y la de Gorgona es una de las más recientes.
Apoyado en los mapas de George Totten de 1855 y de Robert Rennie de 1948, el explorador logró identificar el trayecto del bulevar casi al 100%.
Explica que en 1735 la corona española dio la orden de empedrar la vía para que funcionara como alternativa paralela al Camino de Cruces, para transportar mercancía de una costa a otra del istmo panameño.
Por entonces, la Venta de Cruces servía como puerto para la carga y descarga de mercancía cuando se usaba el Camino de Cruces, pero el pueblo de Gorgona, a unos 5 o 6 kilómetros de distancia, representaba un punto mucho más estratégico como puerto al evitar un tramo del río repleto de corrientes y obstáculos que ponían en riesgo el arribo de la carga.
Por ello el Reino de España solicitó recubrir de rocas el Camino de Gorgona, que terminaba por conectarse con el Camino de Cruces poco antes de llegar a la nueva ciudad en San Felipe.
Un segundo periodo de auge del Camino de Gorgona se registró a mediados del siglo XVII durante la Fiebre de Oro, cuenta Puleio. Miles de migrantes lo atravesaron para llegar a las costas de California, Estados Unidos, en busca de fortuna.
Con la construcción del ferrocarril de Panamá en 1855, la ruta empezó a caer en desuso y consecuente olvido, al igual que los caminos Real y de Cruces.
‘NO HAY CAMINO’
Recorrer hoy el Camino de Gorgona no es tarea fácil. El camino pasa por numerosas superficies accidentadas, recubiertas por la densa vegetación, húmeda por la lluvia de aquella tarde.
“No mucha gente pasa por aquí”, reconoce Puleio mientras se abre paso entre la espigada hierba. Una experiencia que recuerda los versos en la voz de Joan Manuel Serrat: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.
Debajo del monte y del pasto están las rocas del Camino de Gorgona, recalca el conservacionista que forma parte de la Fundación Rutas Coloniales de Panamá, creada para fomentar la protección del patrimonio histórico colonial.
Tras dejar atrás la pesada vegetación del Parque Nacional Camino de Cruces, aparecen las construcciones de proyectos gubernamentales en las cercanías de la reserva. Una calle pasó junto por encima de un segmento de medio kilómetro del Camino de Gorgona. Puleio lamenta que el patrimonio histórico sea tan poco apreciado en Panamá.
El periplo termina poco antes de llegar a Clayton, donde los caminos de Gorgona y de Cruces se unen en dirección a San Felipe.