El diccionario registra en la tercera acepción de la palabra ‘contaminar’ lo siguiente: «Alterar la forma de un vocablo o texto por la influencia de otro».
Las palabras se contaminan, porque se parecen en su forma, en sus significados o porque sus sonidos son similares.La ‘esfinge’ y la ‘efigie’ se entrecruzaron y cada palabra tomó el rumbo equivocado. El hablante reconoce que la esfinge es un «monstruo fabuloso» y que la efigie es la «imagen», pero entre una palabra y otra el inseguro forma un híbrido. De tal manera que esfinge contamina a efigie y le regala su “s”, que el hablante incrusta en la sílaba inicial.
Otro caso de contaminación ocurre entre ‘infringir’ e ‘infligir’. La primera contamina a la segunda. La “n” de la terminación -fringir pasa a la terminación -fligir, donde no hace falta.
Tampoco es raro que algunos hablantes agreguen incorrectamente otra “e” a la palabra ‘aeropuerto’ por influjo del término aéreo (que no es prefijo, sino adjetivo). El prefijo es aero-.
‘Temblar’ y ‘templar’ son verbos parecidos, pero no iguales. El primero es irregular. En algunas personas y tiempos, la “e” se convierte en “ie”: tiemblo. El otro, templar, es regular. No cambia. Pero ha sido contaminado por el recuerdo que tienen los hablantes de temblar. Lo correcto es: templo, templas.
Hay contaminación entre ‘desbastar’ y ‘devastar’. Es obvio que la fijación del primer verbo hace titubear a algunos hablantes, que inician ambos términos de la misma manera: des-.
La ultracorrección consiste en «corregir» lo que no se debe, porque está bien.
A ‘vacío’ no le hace falta una d, que mucha gente agrega, quizá por influjo de participios como retraído, distraído.
‘Sarao’ es lusitanismo. De esa lengua la tomamos prestada. Tampoco le falta la d. En Panamá, la playa se llama Venao. Sería innecesario, por criterio de corrección, decir que visitó la playa Venado.
Los que cantan flamenco son el ‘cantaor’ y la ‘cantaora’. El afán de ultracorrección podría contaminar (y de hecho ha sido así) las voces mencionadas con cantador y cantadora, con lo que se perdería la esencia de los términos.
La Academia dice:
Es necesario cerciorarse de la forma, acentuación, pronunciación o uso de las palabras que en un primer contacto nos parezcan raras, llamativas o incorrectas, a fin de no cometer un error de ultracorrección.
