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¿Qué exportamos a China?

La población de China es 330 veces mayor que la de nuestro Panamá. Cada hora nacen 2.000 pelaos. Acá siete. Las diez ciudades más pobladas del gigante la duplican, triplican o cuatriplican: Shanghai, Beijing, Chendgu, Tianjin, Baoding, Harbin, Zuzhou y Shenzhen.

Muchas bocas para alimentar donde el 13% es territorio cultivado y crece la desertificación. Requiere, además, de materias primas, energía y minerales para proseguir su desarrollo, que es sostenido. Aumentan desarrollo y crecimiento económico, en un sistema con colectivo único de poder político: PCC, Partido Comunista de China.

No tenemos mucho de qué surtirlo, si bien nuestro producto principal de exportación es chatarra. Habrá que explorar las posibilidades de nuevas carteras, más allá de los derivados de la caña de azúcar.

Panameños hemos celebrado ese matrimonio con China Popular, si bien en Beijing y en ciudad de Panamá se añoraba. Sin mantener relaciones diplomáticas, China fue crucial en el proceso de internacionalización del conflicto con Estados Unidos.

En China, en los gabinetes burocráticos, me ensordecía: ‘será mejor cuando tengamos relaciones’ diplomáticas. Aspiración del aparato gubernamental.

Chinos planean con 100 años de antelación y hasta 200 años. En una década, casi el 60% de la clase media mundial estará en aquel gigante.

Que nos cause ansiedad este nuevo amigo es legítimo. Es una oportunidad única para desarrollarnos, nosotros que poseemos en AL el ingreso per cápita más alto y somos una de las economías más desiguales; paradoja explicable.

Significativa, por tanto, durante el varelato, la visita, hace unos años, con aire imperial y su cantante soprano Deng del presidente Xi Jinping por Veracruz, Casco Antiguo, Cocolí y Corredor Sur. China remodela su escenario, posee también sus ansiedades y busca horizonte, no hegemónico, en AL y su punto mágico en la conectividad, que le dicen Panamá, y a nosotros nos sobreviene una espectacular oportunidad, que puede levantarnos o enterrarnos.

El primer reto es el de fortalecer la institucionalidad y estudiar el futuro, sobre todo con el alcista grado de impunidad y la codicia rampante.

Cuenta Eddie Tapiero, en su libro La ruta de la seda y Panamá, que estoy leyendo, el relato de dos puertos que recibieron inversión china. Uno con resultado desastroso y otro exitoso. En Sri Lanka se reunió con corrupción y endeudó más a la nación, y otro en Grecia, Pireos, que ha funcionado, pese a la desconfianza -¿y envidia?- de los socios europeos de la patria de Aristóteles.

Panamá puede ser centro de distribución regional, con toda su experiencia acumulada por el transporte interoceánico de barcos y ferrocarrilero, así como por la Zona Libre, de 70 años, y las ferias de Portobelo.

La relación económica China-AL ha crecido desde 2010 un aproximado de 22 veces. La Franja y la Ruta de la Seda, que vino a promocionar y promover Jinping, es oportunidad para inversiones inclusivas y sostenibles.

Con un control del 20% de la economía mundial, China aspira a ser centro de ella, y se está acercando, con el impulso de las últimas décadas.

Talón de Aquiles de China es el de los derechos humanos. Verbigracia, revueltas de Tiananmén (1989). Panamá es una de las creadoras (no olvidar a Alfaro) de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y está obligada a defenderla, desarrollarla, aplicarla e internacionalizarla. De allí, deriva el Código de Trabajo, que debe ser puesto en práctica con las empresas chinas que llegan y llegarán. Diferentes a los descendientes de chinos de abarroterías y centros comerciales.

A medida que crece, aumentan los intereses. Como la defensa del Estrecho de Malaca, por donde pasa un buen porcentaje del comercio mundial. Como el Canal de Panamá, cuya mayor cantidad de barcos (y submarinos) procede de Estados Unidos, que lo administró y controló por ocho décadas.

¿No entrará en contradicción con el nuevo socio la navegación de los barcos a los que Panamá presta su bandera, el 18% de la flota mundial (8 mil o más)?

Pugna natural entre China y Estados Unidos, cuyas astillas no deben golpearnos. Muchos intereses de encuentro y desencuentro. A propósito: ¿por qué China no se adelanta a las buenas intenciones, expresadas por su Presidente, y suscribe el Tratado de Neutralidad del Canal?

El autor es docente, periodista y filólogo


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