Los yihadistas del Estado Islámico (EI) pasaron por Palmira como una guadaña, derribando capiteles, columnas y dinteles, destruyendo estatuas en el museo y colocando bombas en esta ciudad siria conocida como la perla del desierto.
En la entrada del templo de Bel, los yihadistas escribieron con pintura negra: “Estado Islámico. Entrada prohibida a los civiles y a los hermanos” (a los combatientes). El recinto y los patios del templo no sufrieron destrozos, pero la cella (la parte interior) ya es un amasijo de cascotes, con la excepción de la puerta monumental.
En el podio se amontonan los bloques de piedras beige y ocre típica de la región que formaban los muros, y la columnata de 8 pilastras acanaladas de 16 metros de alto está por el suelo, al igual que los merlones y almenas de los tejados. “El templo de Bel no volverá a ser nunca como antes. Podremos restaurar un tercio de la cella destruida y quizá más, tras estudios complementarios con la Unesco. Llevará cinco años”, afirmó el director de Antigüedades sirias, Maamoun Abdelkarim.
