Cuatro días de desenfreno del Carnaval no podían acabar sin una merecida despedida. El ritual conocido como “entierro de la sardina”, que da por terminada la festividad para entrar al período cuaresmal de ayuno y penitencia, tuvo un origen tan confuso como gracioso.
Data del siglo XVIII en Madrid, durante el reinado de Carlos III, quien quiso hacer una celebración especial repartiendo sardinas, alimento propio de la Cuaresma, para suplantar la prohibida carne entre los habitantes un Miércoles de Ceniza.
Una tardía llegada del barco que traía los pescados, aunado a la carencia de un sistema de conservación adecuado desde la costa hasta la capital, dio por resultado que las sardinas llegasen descompuestas. La hedentina que desató la apertura de los recipientes que contenían los minúsculos pescados causó el desagrado del monarca y los presentes. Entonces, Carlos III ordenó, al borde de la furia, enterrar el pestilente encargo en la casa de campo, ubicada al oeste, a unos 23 minutos del sitio. El suceso histórico del entierro de la sardina- según reseña la literatura del Viejo Mundo- se convirtió en tradición, que se extendió en toda España y posteriormente se exportó a América.
El diácono católico Víctor Pérez no duda que la tradición haya venido como una herencia de la etapa colonial a Panamá, que no exime el ritual del entierro de la sardina o despedida del Carnaval con un matiz más pagano que religioso.
Lo que se mantiene en un limbo es cuándo se realizó el primer acto de reminiscencia al féretro sardinero en Panamá, puesto que según el investigador e historiador Rommel Escarreola, el entierro de la sardina es una ceremonia de la cual no existen registro en los documentos de la época, o por lo menos durante el primer Carnaval oficial celebrado en la capital en 1910.
Aunque deja entrever que pudo haber algún síntoma, puesto que el Carnaval en sus inicios fue una expresión de alegría popular propia del arrabal, en la cual no intervenía el Estado.
LEGADO
En España algunas tradiciones llevan una sardina, representada en una silueta con algún material inflamable, y es acompañada en procesión a la hoguera, ante la vista de todos, reduciendo su estructura a cenizas. En Murcia, por ejemplo, la marcha festiva del adiós a la sardina se pospone para después del tiempo cuaresmal como una muestra de rebeldía del supuesto triunfo del mal sobre el bien, y se ofrece a los presentes un gran banquete con pasteles de carne, cerveza y limón, según describió el portal www.laverdad.es, el año pasado.
Conozca otras curiosidades que dieron pie a la ceremonia del entierro de la sardina y de cómo se ofició esta madrugada en el Carnaval capitalino.
Una sardina con triple nombre

