Martin Scorsese, el maestro cinematográfico de 77 años. El hombre que ha firmado 65 películas como director y otras 74 como productor. El purista que dice que las superproducciones de Marvel Studios “no son cine”. Retorna a la palestra del séptimo arte con The Irishman (El irlandés), ya disponible en Netflix.
La película destaca, además de su contenido, por dos detalles relevantes: es la vuelta del director a los entresijos de la mafia, un territorio en el que se mueve como pocos; y su estreno en una plataforma de streaming confirma el empuje del nuevo modelo de consumo audiovisual, lejos de la tradicional sala de proyección, los lentes 3D y el pop corn.

Los chicos malos
Scorsese no le metía mano a un largometraje de ficción desde The Wolf of Wall Street (2013) y al subgénero de la mafia desde Casino (1995), y el resultado es una película que ha recibido los aplausos del 97% de los críticos de cine y que se perfila como una de las candidatas al Oscar y al resto de premios de la temporada.
The Irishman aborda el misterio de la desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino) a través del ascenso del sicario Frank Sheeran (Robert De Niro). Una crónica audiovisual de 209 minutos que reúne a leyendas de la actuación como De Niro, Pacino o Joe Pesci y que evoca los años dorados de Scorsese, director del crimen, como demostró en Taxi Driver (1976), Goodfellas (1990) o Casino (1995), todas de carácter obligatorio para el espectador.
Cine digital
The Irishman se une entonces a un abanico cada vez más amplio de producciones audiovisuales notables que, por uno u otro motivo, optaron por distribuirse en los canales de streaming, en lugar de esperar el visto bueno de los estudios de cine o los canales de televisión.
En esa lista están La casa de papel (la serie en español más vista de Netflix), Better Call Saul (la sobresaliente precuela de Breaking Bad) o BoJack Horseman (una joya de la animación), entre muchas otras.

