En ese entonces los bailes del Club Unión parecían salidos de un cuento renacentista. Las damas lucían peinados y accesorios dignos de la Riviera francesa y caminaban del brazo de sus esposos, siempre envueltos en aromas de lociones europeas. Eran noches de glamour, de estilo y buen gusto, sobre todo cuando la reina Isabel II visitó Panamá el 29 de noviembre de 1953.
En la época marcial de la República, los vecinos de aquella sede del Club, entre las avenidas A y Central del Casco Antiguo, solían advertir el ruido de las botas militares. Los agentes policiales y militares usaron la sede hasta 1989.
Abandonado a su suerte, tras la invasión, el edificio perdió su majestuosidad, sus paredes se descascarillaron, el techo cayó sin avisarle a nadie, y ahora es tan solo un cascarón lamentable de unas cuantas pilastras. Allí, en ese esqueleto de dinosaurio, la sede del otrora Club Unión se convertirá en un hotel boutique.
Los inicios
Hasta principios del siglo XX, las calles principales de la capital estaban sin pavimentar. Las condiciones económicas no eran muy estables y aún así su ciudad capital tenía fama de cara.
Sin embargo, crecía el comercio y vientos de cambio recorrían el país, y empezó a mejorar su infraestructura tras la separación de Colombia. Tal dinámica se aprecia en el hecho de que cada cinco minutos salía el tranvía que conectaba el parque del barrio Santa Ana con el hotel Tívoli.
Pese a la Primera Guerra Mundial y a múltiples vicisitudes internacionales, se podía apreciar la prosperidad en el barrio San Felipe, llamado ahora Casco Antiguo. Se edificaron elegantes mansiones y modernos edificios de Gobierno. Se pavimentaron calles estrechas y bucólicas, y los parques y plazas mantenían intactos detalles históricos.
Algunos caballeros acostumbraban reunirse a tomar café en los bares del Grand Hotel, del Tívoli o del hotel Central. Entonces el empresario Esteban Durán Amat estableció su negocio de café en la avenida Central con la calle 15 este, en 1907, y muchos de esos hombres de espíritu emprendedor comenzaron a reunirse en una esquina del local.
Decidieron buscar un lugar más privado. Un sitio con más comodidades que “una esquina del local de Durán”. Fundaron entonces el Club Internacional, en 1909, con sede en la calle octava y avenida A. En 1912 se trasladó a un edificio de estilo colonial ubicado en la avenida Eloy Alfaro N° 20, a orillas del mar.
Lote de baja mar
En 1917 el Dr. Alfonso Preciado, presidente del Club, le hizo una oferta de compra por 100 mil pesos a Eduardo Icaza, propietario de la casa N° 20, sede del Club. Pero Icaza no aceptó.
Entre las avenidas A y Central, en la calle primera, había un “pedazo de playa” cerca de la entrada al paseo de las Bóvedas, tal como se le conoce hoy. Sobre este lote había un contrato de arrendamiento entre el municipio y el ciudadano Julio Poyló, a quien Preciado le manifestó su deseo de que fuese la sede del Club Unión.
El abogado Francisco Filós, presidente del Consejo Municipal en esa época, aconsejó elaborar un contrato de comodato, para usar el lote por 99 años, en vez de un arrendamiento con una vigencia de cinco años. El municipio aceptó las condiciones, más la cláusula de que el Club Unión se comprometía a ensanchar la calle primera y arreglar la rampa camino al paseo de las Bóvedas.
Larga vida
Después surgieron inquietudes económicas. Preciado acudió al Banco Comercial, acompañado de los socios Arturo Müller y José Antonio Zubieta, para solicitar un préstamo de 100 mil pesos plata. Llegaron a un acuerdo de pagar mensualmente mil pesos al 8%. El trato incluía intereses más la amortización del capital. El banco exigía la firma de otros socios como aval del crédito.
El arquitecto estadounidense James C. Wright se encargó del diseño y construcción del Club Unión. Wright y otros de sus contemporáneos habían cambiado la fachada del Casco Antiguo, con una gran diversidad de influencias arquitectónicas.
Con la llegada del arquitecto, los estilos se tornaron más individuales. Wright elaboró los planos de la sede inspirado en fotografías tomadas a un club inglés. El presupuesto inicial presentado ascendió a 125 mil pesos plata por la construcción del edificio, más otros 10 mil por los trabajos de la calle primera y la rampa de las Bóvedas.
En la inauguración, el 3 de noviembre de 1917, dijo sentir “satisfacción y orgullo” de haber contribuido a la construcción del Club Unión; “centro de luz y de alegría de la sociedad panameña”.
En sus salones, por los pasillos y en las terrazas se respiraba el alma de la ciudad. El Club Unión le proporcionó a sus socios la posibilidad de participar de elegantes recepciones y banquetes, bailes, juegos y otras actividades.
Fue visitado por miembros de casas reales europeas, como el príncipe de Gales y el infante don Fernando María de Baviera, presidentes como el de Estados Unidos, Warren T. Harding (1921-1923), de Colombia, Enrique Olaya Herrera (1930-1934), de Perú, Manuel Prado Ugarteche (1956-1962) y los literatos españoles Vicente Blasco Ibáñez y Jacinto Benavente.
Un 15 de diciembre de la década de 1930 se inauguró el quiosco con un cocktail party. La orquesta Azcárraga amenizó la reunión durante horas.
Desde entonces los juegos de mesa fueron una tradición. Damas y caballeros se encontraban en sus respectivos salones. Ellos jugaban dominó, y ellas, canasta.
Los caballeros se agrupaban y, a través de núcleos especiales, asumían un nombre gracioso e inusual. “Los Tocayos” y “Los Miuras” ganaron fama por sus paseos. “Los Broncos” fueron muy activos desde su fundación en 1943. Se reunían los martes en la biblioteca para organizar actividades benéficas, culturales, deportivas y sociales. Eran anfitriones de bailes, y muchas parejas que se conocieron en estas actividades, después contrajeron nupcias.
Las mujeres tenían sus grupos. “Las UPT” cuyas iniciales se pronuncian en inglés, significaba “Una para todas”. El objetivo de “Las V.Vs” o ‘Vecinas de El Valle’ consistía en ayudar a muchas personas de esa región.
Decadencia
En la década de 1960 el Club Unión tuvo problemas económicos que se convirtieron en una amenaza para su sostenibilidad.
Los residentes del barrio de San Felipe habían comenzado ya a mudarse a Bella Vista, Punta Paitilla y San Francisco. El Casco Antiguo fue cayendo en el olvido y se volvió un tanto inseguro.
El 3 de noviembre de 1967, medio siglo después de su inauguración, se colocó la primera piedra del Club Unión en Paitilla. El presidente de la República y expresidente de la junta directiva, Marco A. Robles (1964-1968), tenía interés en adquirir la propiedad en San Felipe, para instalar allí el Instituto del Arte. Esta idea nunca prosperó.
No obstante, el general Omar Torrijos y su Estado Mayor sí pudieron establecer el Club de Clases y Tropas de la Guardia Nacional, que funcionó hasta el 20 de diciembre de 1989 cuando ocurrió la invasión militar de Estados Unidos.
El edificio que una vez se erigió como el más orgulloso del Casco Antiguo, comenzó a morir lentamente. A la propiedad se la considera uno de los lugares de referencia más emocionantes y románticos del Casco Antiguo. Quedan algunas paredes y pilastras, y un equipo pesado trabaja para transformarlo en un lujoso hotel. El área está cerrada al público.






