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HISTORIA

Solo quedan cuatro judíos en Irak

Solo quedan cuatro judíos en Irak
Vista de las tumbas en el cementerio de Bagdad. AFP

La muerte del doctor Dhafer Eliyahu generó un impacto grande en Irak. No solo porque curaba gratis a los más necesitados, sino porque con su desaparición, en el país solo quedan cuatro judíos, de una comunidad otrora numerosa.

En el cementerio judío de Habibiya en Bagdad, un viejo musulmán cuida las sepulturas pero los visitantes son escasos.

En el entierro del doctor Eliyahu, “fui yo quien rezó en su tumba”, cuenta su hermana. “Había amigos” de otras confesiones que rezaron cada uno a su manera, agrega esta mujer, que no quiere divulgar su nombre.

Esta oración judía a pleno día es un acontecimiento raro ya que no solo queda una sinagoga que abre de vez en cuando y ningún rabino.

Emigración

En 2011, las últimas judías eran dos ancianas. Hace seis meses una de ellas falleció, Sit Marcelle, defensora infatigable de la comunidad.

Sin embargo, las raíces de los judíos en Irak se remontan a hace 2 mil 600 años. Llegaron presos, en 586 antes de nuestra era, cuando, según la tradición, el rey babilonio Nabucodonosor II destruyó el templo de Salomón en Jerusalén.

En Irak, escribieron el Talmud de Babilonia, en la misma tierra donde nació el patriarca Abraham y el jardín del Edén presidía, según la tradición, el corazón de las marismas mesopotámicas.

Cerca de 2 mil 500 años después, en Bagdad, bajo dominio otomano, los judíos eran la segunda comunidad de la capital y el 40% de los habitantes.

A principios del siglo pasado, el día de descanso era el sábado —día del shabat— y no el viernes de los musulmanes como ahora. El ministro de Finanzas se llamaba Sasun Eskell y causó una gran impresión a la aventura británica Gertrude Bell.

Hoy, “rezamos en nuestra casa y sabemos que cuando acudimos a la administración con un nombre judío, somos mal recibidos”, asegura un conocedor de los judíos de Bagdad, que refiere estar en el anonimato.

Y sobre todo, “solo quedan cuatro judíos de nacionalidad iraquí, hijos de padres judíos” en todo el Irak federal, fuera del Kurdistán, declaró Edwin Shuker, judío nacido en Irak en 1955 y exiliado desde los 16 años.

Todo cambió con los primeros pogromos. En junio de 1941, el de “Farhud” se saldó con más de 100 muertos en Bagdad. En 1948, se creó Israel, después de una guerra, sobre todo contra Irak.

Los 150 mil judíos de Irak tomaron casi todos el camino del exilio, más o menos voluntario. Les retiraron sus documentos de identidad para ser reemplazados por otros que los convierten en blanco allá donde vayan. La mayoría prefirió firmar papeles donde decían que se iban “voluntariamente” y renunciar a su nacionalidad y a sus bienes.

Hasta hoy, dice Shuker, la ley prohíbe revisar la retirada de la nacionalidad. En 1951, el 96% de la comunidad se había ido. Una buena parte les siguió más tarde tras los ahorcamientos públicos de “espías israelíes” en 1969 por el partido Baas que acabada de dar un golpe de Estado. La ley castiga con la muerte el “fomento del sionismo”, un artículo que sigue vigente.

La guerra Irán-Irak, la invasión de Kuwait, el embargo internacional, la invasión estadounidense en 2003 y el desencadenamiento de la violencia que siguió acabó por marchitar a la comunidad que a finales de 2009 solo contaba con ocho miembros, según un cable diplomático estadounidense.

Y la hemorragia prosigue: un joyero amenazado por las milicias que ansían sus trabajos de orfebre, se exilió.

Después, Amer Moussa Nassim, sobrino nieto del autor y economista Mir Basri (1911-2005) se fue en 2011. A los 38 años, cuenta que salió de Bagdad para poder llevar “una vida normal” y casarse ya que en Bagdad las últimas judías eran dos ancianas. Hace seis meses una de ellas falleció, Sit Marcelle, defensora infatigable de la comunidad.

Solo quedan cuatro judíos en Irak

El 15 de marzo, se fue el doctor Eliayhu.

En cambio, Israel cuenta con 219 mil judíos de origen iraquí, el mayor contingente de judíos procedente de esta parte del mundo.

En Irak, dejaron casas y sinagogas que, hasta 2003, “estaban en perfecto estado y cada propiedad identificada”, asegura Shuker.

“Solo basta un voto en el Parlamento” para devolver todo a sus propietarios.

Pero hoy es un país donde reina la corrupción y el despilfarro, y estos edificios suscitan la codicia de los buscadores de gangas por la guerra.


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