Cheo, tu voz suena a bolero boricua, que la brisa del Caribe la hace resonar
en las costas tropicales, acá donde también somos hijos del mar y las olas retumban ecos de guaguancó.
Por eso Cheo tu voz es cotidiana en las calles del barrio en las noches buenas y año viejo.
Por eso cantabas al cierre del teletón.
Lo tuyo era un derroche de sentimiento.
“Anda Panamá, esto es pa ti...´´.
“Yo no soy un ángel,
no soy un villano,
solo soy un hombre,
puedo equivocarme y pedir perdón”.
Cheo, cuando ese tema sonaba en el Bohío Florencia, a los bailadores les entraba un hormigueo que los hacía mirarse con prisa, rastreando la pareja perfecta para salir a bailar. No quedaba un mosaico vacío en la pista y la gente con sudor en sus rostros de complacencia tarareaba la letra, como niños arrullándose en su propio balbuceo.
Cheo, en tu rostro había panameñidad, con la piel morena esa que habita nuestros terruños que el sol del Caribe nos oscurece más y el sabor de tu voz la representa.
Hijo de la Fania que en vida alegraste el Carnaval en los toldos de El Chorrillo, donde bailó Juan albañil y coronaste a Anacaona la india de raza cautiva, esa de la región primitiva.
Hoy que ya no estás, discos de acetato volverán a girar sobre un fonorradio y tu voz sonará inmortal-intacta, se quedará zumbando como brisa del Caribe sobre tu isla, y en nuestro Panamá la bailaremos hasta que se rompa el cuero.
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